Nosotros los dominicanos tenemos la mala costumbre de rendirles homenaje o reconocimiento a nuestros grandes hombres cuando ya son nuestros grandes muertos. Por eso, contrario a esa penosa costumbre, dedico mi columna de este sábado al eminente médico dominicano Ramón Tallaj. Quiero rendirle tributo a este extraordinario ser humano y activista comunitario que ejerce su profesión médica en la ciudad de Nueva York.
Durante un esfuerzo que conllevó varios años, logró organizar un ejército de cerca de 1,700 médicos para participar en una licitación que organizó el Gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo. El objetivo del concurso era trasformar el cuidado y atención médica a miles de pacientes del programa federal de Medicaid.
El grupo organizado por el doctor Ramón Tallaj está compuesto por hispanos, asiáticos y judíos. Todos ellos marcados con el sello de minorías. Sin embargo, obtuvieron la mejor calificación y por consiguiente, ganaron la licitación.
Tallaj bautizó al grupo licitante con el nombre de Avocate Community Partners. Él mismo tendrá a cargo el cuidado y responsabilidad de más de 755,000 pacientes en barrios deprimidos en esa ciudad. Lo increíble es que este proyecto piloto es apoyado por uno de hospitales que anteriormente competían entre sí con gran confusión y duplicación de los servicios a ofrecer. El programa resuelve ese problema de una manera racional. O sea, aglutina no sólo a médicos sino también hospitales por igual. El programa empezó a funcionar este mismo mes.
El de New York es el estado en la Unión que tiene el presupuesto de salud más alto, pero también el que tiene posiblemente más gastos duplicados, sin que se noten mejorías en los servicios médicos prestados. Por eso, el Gobernador Cuomo convenció al Presidente Obama – después de un estudio que tomó varios años – para implementar este programa. Se comprometen 5,000 millones de dólares anualmente para los primeros cinco años. El doctor Tallaj es el primer ejecutivo de este innovador y revolucionario proyecto. La nación entera tiene los ojos puestos en Ramón Tallaj. Si tiene éxito, se podría reproducir masivamente en otros estados.
Pero el doctor Tallaj es más que eso. Durante más de una década, viene organizando una visita anual al país que lo vio nacer. Con más de un centenar de médicos y profesionales de la salud, viene en forma casi anónima y, mucho más importante, de manera gratuita.
Por ejemplo, el mes pasado estuvieron aquí y practicaron más de 300 cirugías, vieron más de 500 pacientes para limpiezas dentales, incluyendo niños de barrios marginales. Brindaron además servicios médicos primarios a más de 1,200 pacientes. Ellos traen al país medicamentos y equipos médicos que luego de finalizar su humanitaria labor, se los dejan a las diferentes comunidades. Esto se repite años tras año. Sólo Dios sabe el alivio que lleva a miles de hogares.
Muchos de estos médicos llegaron a los EE.UU. en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado. Para poder practicar sus conocimientos se amparaban en sus títulos de universidades dominicanas, por lo tanto, tenían que revalidar sus diplomas. Esto sin contar que tenían el inconveniente del idioma inglés. Pero laborando con tesón y perseverancia, construyeron alianzas y han logrado lo siguiente:
Organizar los grupos de doctores más pro-activos y grandes de la Gran Manzana, ya suman más de 1,700 galenos. En sus prácticas independientes emplean más de 11,000 personas y atienden anualmente a cientos de miles de pacientes. Fueron pioneros en la adopción de expedientes médicos digitales y fieles promotores de prevención y orientación médica a la diáspora dominicana y latina. Posesionaron a la Sociedad Médico-Dental Dominicana como la ONG minoritaria más respetada del sector de la salud.
La administración del Presidente Obama les adjudicó licencias especiales bajo la Reforma Nacional de Salud (Obamacare), creando así una de las redes de cuidado integrado, llamada Accountable Care Organization, que son operados y controlados por médicos y no empresas gigantes de los seguros o filiares de multinacionales.
Así pues, hoy rindo a estos laboriosos dominicanos de la diáspora un emotivo homenaje. Espero que su ejemplo sea imitado por buenos compatriotas en otros sectores profesionales, económicos y comunitarios de la nación que los adoptó como nuevos ciudadanos. Nosotros desde aquí, los alentamos y les decimos que nos sentimos orgullosos de su ejemplo. Su inmensa labor, tanto allá como por acá, debería ser reconocida por el Gobierno Dominicano. Es hora pues, de honrar a nuestros grandes hombres y mujeres que tanto hacen por el bien común.