Tras un breve preludio, la ópera empieza con un hermosísima aria para tenor cantada fuera de escena, en el mejor de los estilos “napolitanos” (O Lola, c’hai di latti la camisa” Oh Lola, cuya camisa es blanca como la leche).
Turiddu (tenor lírico) es un joven aldeano que regresa de la guerra y trata de revivir su amor por Lola (mezzosoprano), quien en su ausencia se casa con Alfio (barítono), un arriero de la aldea. Ante esa situación, Turiddu se relaciona por despecho con Santuzza (soprano dramática). Lola, celosa, seduce a Turiddu (Me I’ ha rapto), lo cual provoca sentimientos amargos en Santuzza, quien revela a Alfio el amorío de su esposa con su amante.
En la fiesta de Pascua todo el pueblo se reúne en la iglesia, menos Santuzza y Lucia, (contralto), madre de Turiddu, a quien la primera revela su sufrimiento en una emocionante aria (Voi lo sapete, o mamma). Santuzza , quien ha visto salir a su novio de la casa de Lola, le suplica que no lo abandone, iniciando un memorable dúo (Oh Turiddu, rimani ancora), pero este la rechaza recibiendo a cambio una maldición tras lo cual Santuzza corre donde Alfio para denunciar a su amante.
Tras la salida de la iglesia, Turiddu invita al pueblo a brindar en la taberna, mientras le canta festivamente “Viva el vino espumante” (Viva el vino spumeggiante), al que los aldeanos celebran con sus “vivas”. El ambiente se ensombrece con la llegada de Alfio, cuya agresividad provoca el retiro de todos los congregados, incluso Lola, temerosa de un desenlace fatal. Los dos hombres se abrazan y el joven le muerde una oreja en señal de aceptación del desafío.
Antes de batirse, Turiddu acude presuroso donde su madre, en una de las arias más hermosas y dramáticas jamás escritas (Mamma, mamma, quel é vino generoso), suplicándole que si muere se haga cargo de Santuzza a quien le había prometido matrimonio. Ante la preocupación de la mamma por su tono sombrío, insiste afligido en su pedido en ese último gran momento de la ópera (Un bacio, un bacio, mamma, un’altro bacio) Es un aria llena de ternura en la que confiesa estar embriagado pidiéndole su bendición “como hiciste aquel día en que partí como soldado”.
Corre luego a enfrentarse con su rival, quien le hiere de muerte. Se escucha entonces el grito fatal de una mujer que anuncia su muerte “Hanno ammazzato compare Turiddu (Han matado al compadre Turiddu). Santuzza llora de desesperación y la orquesta termina estremecedoramente la ópera.
Debido a su corta duración, se ha hecho habitual que esta obra se presente o incluya en una misma grabación discográfica con I Pagliaci, de Leoncavallo. Se las considera a ambas entre las más altas creaciones de la corriente verista de finales del siglo XIX, pero a pesar de la relativa sencillez de su argumento, Cavalleria Rusticana es una obra que requiere mucha pasión y emotividad de parte del repertorio y de la orquesta. Por eso, muchos críticos han sido severos al enjuiciar las diferentes interpretaciones de las más afamadas voces que la incorporaron a sus repertorios desde su estreno el 17 de mayo de 1890, en el Teatro Costanzi de Roma.
“Es por esto que es difícil encontrar una grabación equilibrada de esta ópera”, escribió el crítico de renombre mundial Enrique Pérez Sen. “Las hay que se quedan cortas en lo expresivo dejando una sensación fría, mientras que otras se pasan en ruido y griterío”.
Entre las más celebradas, se incluyen las tres grabaciones más conocidas de Plácido Domingo, cuyo timbre, calidez, extensión y potencia vocal, le hacían en su momento ideal para el personaje de Turiddu. También son memorables las versiones de Mario del Mónaco (1960) con Giulietta Simoniato en el papel de Santuzza y la de Carlo Bergonzi y Fiorenza Cossotto (1965) bajo la dirección magistral de Von Karajan.
Otras inolvidables interpretaciones de Cavalleria Rusticana dejaron huellas profundas en la memoria de los aficionados, entre los cuales ese recuerdan la de Beniamino Gigli, de antología, y la que hicieron (Emi, 1953 ) bajo la dirección de Tulio Serafín, María Callas y Giuseppe di Stefano, indiscutiblemente dos de las más bellas voces líricas de todos los tiempos.
Alguna de los más grandes voces que han existido no se ajustaban a los rigores de esta ópera, como fue el caso del gigante Luciano Pavarotti, demasiado lírico para un personaje como Turiddu. Su grabación de Cavalleria con la soprano Julia Varaday, se considera uno de los más ingratos momentos de su brillante carrera.
Por su intenso y estremecedor dramatismo, esta obra sigue siendo una de las favoritas de los amantes de la ópera.