Durante muchos años, el escenario político partidario en República Dominicana careció de contrapeso. Ante eso, el poder dominante concentró los principales poderes, estamentos e instituciones dominicanas.
En la actualidad esto ha cambiado, a una oposición político partidaria que cada vez gana más fuerza, le antecede una oposición social que anteriormente logró movilizar millones de personas a nivel nacional en rechazo a la corrupción y a la impunidad.
Pero, al parecer, el poder dominante se acostumbró a reinar solo y eso explica porqué ha respondido de manera tan torpe la ola de protestas surgida en el país y en todos los rincones del mundo donde hay un dominicano tras la suspensión de las elecciones municipales del 16 de febrero.
Primero respondieron con represión, lanzando bombas lacrimógenas a jóvenes que se manifestaban de manera pacífica en la Plaza de la Bandera, frente a la Junta.
Después respondieron con arrogancia, descartando renuncias, para no afectar su currículum vitae, y retando a juicios políticos en un Congreso que no sesionaba y que monopoliza el poder político de turno.
Por último, se han centrado en intentar desacreditar argumentando que son protestas pagadas, de la oposición, protagonizadas por actrices y artistas y que son de la clase media, como si ellos no tuviesen derecho a protestar.
No quieren que la clase media proteste. No quieren que la juventud que tenga partidos políticos proteste. No quieren cacerolazos. En fin, no quieren protesta, quieren indiferencia, resignación. Que la gente vaya a votar así no más, sin certezas ni garantías.
Tal parece que como han tenido su justicia, su procuraduría, su congreso, ahora también quieren su protesta, bajo sus términos y condiciones.
Pero eso no va a pasar. No pasó así en España, cuando, tras el movimiento de los indignados y el 15 M, no pasó así en Puerto Rico cuando una muchedumbre se manifestó por días y tampoco pasó así en Chile.
Aquí en República Dominicana algo tiene que cambiar y la agenda que están presentando los jóvenes en su diálogo alternativo luce por demás interesante porque trasciende las demandas electorales y conecta con una nación que amerita transparencia, credibilidad institucional y el cese de impunidad.
La juventud dominicana está hablando fuerte y claro: de crisis de confianza, ausencia de institucionalidad. De falta de representación (no se siente parte, no siente que la toman en cuenta). De hartazgo, cansancio, decepciones acumuladas, intolerancia a más impunidad. ¡Que no admite se boicotee un sistema a electoral y que, simplemente, como siempre, no pase nada!
Sin embargo, hay quienes se resisten a escuchar estos mensajes y en su lugar, prefieren contrasentir y negar, inclusive, el derecho a protestar. A esos, a ellos, mal los veo.