Los cronistas de indias mencionaron el uso del molusco como fuente de nutrición de los indios, aún cuando escribieron más sobre el consumo de la yuca, la guáyiga y otros tubérculos, así como las hutías y el pescado.
Arqueólogos modernos también han hecho hincapié en su utilización, no solo como alimento, sino también el rol del caracol del lambí como materia prima para la confección de un variado instrumental utilitario precolombino.
Realmente ha sido subestimada la importancia del lambí. Se debe de mostrar su crucial papel como:
- Fuente de comida
- Instrumento sonoro
- Materia prima para la confección de instrumentos utilitarios y de adorno, y
- Elemento mágico-religioso
El lambí como alimento
El descubrimiento de vastos conchales de lambí del período prehistórico confirma lo importante de la práctica de los indios de recolectar lambíes y llevarlos a un lugar dado para allí sacarles el molusco y luego botar el caracol en ese sitio, creando pilas de caracoles, llamados “concheros” o “conchales”, que no son más que basureros indígenas. Como esta práctica continúa hoy en día, la forma de distinguir si un conchal es precolombino o no radica en observar la forma del corte hecho en el caracol para desligar al molusco de la concha. Mientras el hombre moderno utiliza un machete y crea un corte largo y estrecho (ver foto 1) nuestros indios utilizaban un cincel redondo, creando un agujero cilíndrico.
Grandes conchales precolombinos han sido localizados por el autor en las islas Catalinita (foto 2) y Saona, así como en las zonas costeras al sur de Cabo Engaño, Las Salinas (cerca de Baní) en la bahía de Neiba (Puerto Alejandro) y al oeste de Monte Cristi. En la isleta de San Gabriel, en la bahía de San Lorenzo, cuya superficie total es una cueva, existe un extraordinario depósito de lambíes pequeños (Strombuspugilis) que cubre todo el suelo de la cueva y que tiene una profundidad asombrosa de más de un metro (ver foto 3). La gran cantidad de caracoles en San Gabriel es indicativa de la larga duración del período de recolección y de la gran cantidad de personas envueltas en la operación. Muchos otros conchales han desaparecido al ser recolectados en años recientes para ser utilizados como fuente de calcio en la alimentación de aves.
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Es interesante ver cómo los lugares donde más conchales precolombinos existen son los mismos sitios donde hoy en día los pescadores todavía se dedican a la misma labor y en la creación de conchales “modernos” paralelos.
El caracol del lambí fue utilizado (a través de la ruptura y modelación del cono de una de sus extremidades para que sirva de boquilla) como “fututo” o trompeta, no solo por los taínos sino también por los esclavos africanos cimarrones que, como Lemba y Diego de Ocampo, escaparon a las montañas de la isla huyendo de la esclavitud, tanto así que este “fututo” se ha convertido en el símbolo del cimarrón, tal como aparece ilustrada en la bella escultura del artista haitiano Albert Mangonés, que adorna un parque de Puerto Príncipe (ver foto 4). Nosotros, precisamente, en un viaje de varios días en mulo en las partes más agrestes de las montañas del Baoruco y cerca del poblado de Maniel Viejo (Maniel quiere decir lugar donde habitan los esclavos cimarrones) encontramos, en una cueva un fututo bien elaborado que pensamos pudo haber pertenecido a los cimarrones y que ahora está en el lamentablemente clausurado Museo del Hombre Dominicano (foto 5). Moreau de Saint Mery escribió, a finales del siglo XVIII que, en 1777, tropas atacaron a negros cimarrones en sus cuevas de El Maniel en Baoruco.
Los taínos llamaban a la trompeta hecha del lambí “guamo”, así como también “coba”. En tiempos históricos el fotuto de lambí se utiliza aún para avisar que hay carne a la venta, utilizándose diferentes sonidos o modulaciones para indicar si es de res o de cerdo. También se usa para avisar que los ríos empiezan a crecer.
El caracol del lambí fue utilizado para la confección de uno de los instrumentos utilitarios más importantes de nuestros indígenas. “La Gubia”, que es un raspador que se empleaba para ahuecar los troncos de grandes árboles para confeccionar las canoas.
Muy importante fue el lambí en la confección de adornos, comenzando con una perla que solo producen muy pocos lambíes, de buen tamaño y color rosado que los indios, según los cronistas, “tenían en gran estima”. Según Pedro Mártir: “debajo del agua encuentran los indios cierto número de joyas que ellos estiman mucho, de conchas rojas, que llevan colgando a las orejas. Pero sacan otros más preciosas de grandes conchas de caracol, cuyas carnes son rico manjar. En el cerebro de cada concha encuentran piedrecitas transparentes, rojas y brillantes, los que han visto algunas afirma que no son de menos valor que el propio brillante, llamado comúnmente rubí”. A la concha esa le llaman cohoba y a su piedrecita ‘cohibicio”. Con partes del caracol confeccionaban hebillas y otros ornamentos, así como pectorales redondos.
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Fines mágico-religiosos
Finalmente, y tal vez más importante es la vinculación entre el lambí y las creencias mágico-religiosas de los taínos. Uno de los principales zemíes taínos fue el trigonolito o piedra de tres puntas con decoraciones imitando seres humanos o animales, que representaba a Yocahu, la deidad masculina proveedora de la yuca, el principal alimento de los taínos. Estas piedras triangulares de buen tamaño tienen como antecesor en el tiempo, según los arqueólogos, otras piedras idénticas pero mucho más pequeñas y sin decoración, conocidas como microtrigonolitos. Más antiguo todavía es el trigonolito confeccionado con una parte de uno de los “cuernos” del exterior de la concha del lambí, que tiene la forma natural de un trigonolito, es decir un objeto de tres puntas, triangular y con base cóncava.
Más importante aún es la vinculación del lambí con la ceremonia mágico-religiosa de la cohoba, donde el behique o shaman inhalaba unos polvos alucinógenos que lo “montaban” y lo ponían en contacto con los dioses del panteón taíno. Como alucinógeno utilizaban las vainas de la Piptadenia Peregrina pero para que el efecto de la alucinación fuera más efectivo era necesario mezclarlas con cal y para eso quemaban la concha de lambí y luego la molían. Dice un cronista: “meten aquellas cáscaras en el fuego y las reducen a cal viva, más blanca que la misma nieve”. Este polvo de la concha calcinada, o “polvo de cobo” aumentaba la efectividad intoxicante y visionaria de la piptadenia peregrina.
Puede afirmarse, en conclusión, que el lambí fue de extrema utilidad al taíno, como fuente importante de su alimentación, como materia prima con qué hacer el instrumento para confeccionar su principal medio de transportación (la canoa), como materia prima para sus principales adornos corporales, por su uso como fuente de inspiración para diseñar uno de los principales zemíes y por su utilización en la ceremonia de la Cohoba. Además, fue el principal medio de comunicación sonora, para avisar la creciente de ríos, la llegada de pescadores e indudablemente también la sorprendente aparición de tres grandes barcos… y el comienzo del fin de su cultura.