Durante la elección del presidente de la Cámara de Diputados del pasado 16 de agosto, los dos partidos mayoritarios de la clase política dominicana, cada una a su manera, evidenciaron que sus guerritas internas no sólo tienen efectos corrosivos para el normal discurrir de sus actividades particulares, sino para la institucionalización del país en términos generales. La existencia de esas perennes guerritas se refleja en los diversos ámbitos de las instituciones del Estado, fundamentalmente en la gestión del gobierno central y de los ayuntamientos, además en el relacionamiento de los referidos partidos con otros partidos y con sectores claves de la sociedad civil.
Evidenciando el carácter inmanejable de las diferencias internas peledeístas, la facción danilista se negó a reconocer el acuerdo con la facción leonelista de que cada año se elija un presidente de la Cámara de Diputados que pertenezca a una de las dos facciones. De su parte, la dirección del PRM no pudo ponerse de acuerdo sobre una cuestión que parecía lógica: no apoyar ninguna de las posiciones del PLD que se disputaban el control de la CD. En el caso peledeísta, el mensaje no puede ser más ominoso: un partido que no respete acuerdos entre sus dirigentes se descalifica para honrar acuerdos con terceros y lo que es más importante, con quien vote por él.
En el caso del PRM, un partido con una dirección que en año preelectoral no sea capaz de ponerse de acuerdo sobre cómo votar en la elección del presidente de una institución del Estado tan importante como es la Cámara de Diputado, está evidenciando una ingobernabilidad interna que de no eliminarla de cuajo, le impediría no solamente coser sólidas alianzas con otros sectores político/sociales de cara a las próximas elecciones, reforzando además la percepción/lastre en la población de que es una colectividad política incapaz de hacer un gobierno coherente, eficiente y efectivo. Independientemente de que esa percepción es magnificada y manipulada por diversos sectores que le adversan, para ese partido las consecuencias son extremadamente gravosas.
Volviendo al PLD, la razón de la negativa del danilismo de honrar su acuerdo con el leonelismo puede leerse en clave de que si lo hacía, luego de no haber impedido la inscripción de la candidatura de Leonel en la pasada sesión del Comité Central, incrementaría la subjetividad, el entusiasmo, en las filas leonelistas y hubiese sido otra reculada del danilismo. También en clave de otra trastada del danilismo para impedir la investidura de Leonel, dejándolo correr sin ser inscrito como pre candidato por otra fuerza, y con malas artes, sólo con malas artes, vencerlo el 6 de octubre, dejándolo sin la posibilidad de ser candidato.
Ese cálculo apuntaría a la división del PLD, sin tener claras las consecuencias de tal acción de cara a los comicios del 2020. El cálculo del sector del PRM que mayoritariamente votó la plancha de la facción danilista es para mantener la esperanza de ser ayudado por esta en su puja por la candidatura presidencial. Ninguno de esos cálculos tiene presente los intereses generales del país, son expresiones de unas guerritas intrapartidarias que lastran esos partidos. También al sistema político dominicano.