El viernes 15 de diciembre se cumplieron 50 años de la fundación del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Tuve el honor de participar en el congreso en el que se decidió constituir la nueva organización política, en el cual salí electo como miembro de su primer comité central.
La creación del PLD fue resultado de la lucha interna que se produjo al interior del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), dadas las profundas diferencias ideológicas y políticas que se habían desarrollado entre Juan Bosch, a la sazón presidente del partido, y José Francisco Peña Gómez, que ocupaba la secretaría general de la organización. Esas diferencias se sustentan en varios temas.
Un primer tema tenía que ver con el tipo de partido que había que desarrollar en el país para producir los grandes cambios que se necesitaban. Bosch se había convencido que eso no era posible con el PRD, al que catalogaba como un partido populista. Sostenía que un partido integrado por personas a las que la alta dirección tenía que resolverle sus problemas personales y en donde no existían diferencias entre los dirigentes y los simpatizantes no era capaz de poner en marcha las grandes transformaciones que el país necesitaba para salir de su situación de atraso material y social.
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Bosch razonaba que, el hecho de no tener claridad y poder diferenciar entre quiénes militaban y quiénes simpatizaban determinaba que el PRD se convirtiera, no en un conglomerado político destinado a resolver los problemas del pueblo, sino que en una organización humanitaria que debía proporcionar a sus afiliados medicinas y médicos cuando ellos o sus familiares enfermaban, ataúdes y entierros cuando morían, o dinero para pagar la renta de la casa si estaban desempleados. Decía que, al ser un partido de simpatizantes, al final de cuentas, los dirigentes del PRD no dirigían, se dejaban dirigir.
En atención a lo anterior, Bosch señalaba la necesidad de un partido de militantes, de dirigentes con capacidad de dirigir la lucha de los dominicanos por una patria libre y una vida mejor. Llegó a expresar que valía más tener pocos compañeros que militen que muchos que no lo hagan. Este criterio de Bosch era rechazado por Peña Gómez.
Un segundo tema que distanció a los dos altos dirigentes fue el relativo a los aliados internacionales. Bosch apoyaba la causa de los países que luchaban por su liberación, era solidario con la lucha de los pueblos con orientación progresista, anticolonialista o de liberación nacional, y veía en el mundo socialista a los aliados de la lucha dominicana. Para entender esto hay que recordar la existencia en ese entonces de la intensa confrontación bipolar entre Estados Unidos y la desaparecida Unión Soviética, en el contexto de la Guerra Fría.
Frente al posicionamiento de Bosch, Peña Gómez entendía que los llamados liberales de Washington resultaban mejores aliados para la República Dominicana que los lideres socialistas de ese momento.
Un tercer tema es el relativo a la participación en los procesos electorales. Bosch consideraba que Balaguer quería morir en el poder, y que en esas condiciones no había manera de celebrar elecciones limpias, democráticas y competitivas, razón por la cual hablaba de la imposibilidad de derrotar a Balaguer en las urnas. Eso llevó a Bosch a catalogar las elecciones como mataderos electorales. Contrario a esa posición, Peña Gómez asumía que mediante las elecciones se podía derrotar a Balaguer.
Esos temas dividieron a Bosch y a Peña Gómez y están en la génesis de la formación del PLD.
Cabe señalar que, luego de fundado el PLD, Bosch tuvo la capacidad de ir ajustando sus posiciones en función de los cambios que se fueron produciendo, tanto el país como el mundo. Mostró flexibilidad y capacidad de adaptación. Esta capacidad fue lo que viabilizó que un partido de cuadros políticos (como era el PLD) se convirtiera en la principal fuerza política de la Republica Dominicana, diecisiete años después de su fundación.
En los 50 trascurridos desde 1973, los aportes del PLD a la sociedad dominicana están ahí, a la vista de quienes quieran y puedan ver con objetividad, despejados del velo pasional que genera en cortos de vista la lucha por el poder. O librados de carga de rencor político.