Mi nieto, el hijo de mi varón, quien ya ronda los nueve meses, ya empieza a emitir sonidos como ta,ta,ta, etc.
Debo confesar que al escucharlo, verlo en las vídeo-llamadas, sonreír a carcajadas al besar a su madre y a su padre y viceversa, no puedo negarles a mis amables lectores, que en mi condición de médico neurólogo, me motivó a pensar en la evolución del lenguaje humano y la conformación de su personalidad, ante la alegría de ver esa criaturita ya gateando y emitiendo sonidos guturales organizados en vocales. Sabemos que estos sonidos ya empiezan en él a tener una organización semántica, son ta,ta,ta, es decir muy similares a las vocales.
Sabemos que el cerebro durante su desarrollo pasa por períodos de tiempos que son como ventanas que se abren y se cierran, etapas que hoy sabemos no son fijas sino plásticas (moldeables),pues el cerebro tiene esa capacidad, la de aumentar sus conexiones neuronales en base a los estímulos recibidos. Pero que es como la plastilina: si no son estimuladas adecuadamente a muy temprana edad, se secan y atrofian de manera irreversible.
Está demostrado que esos primeros acontecimientos desde el nacimiento son los que dan forma a los vínculos entre padres e hijos y tienen efectos profundos y permanentes en el desarrollo del cerebro, el lenguaje y la personalidad futura del niño.
¿Cómo se establecen estos vínculos? Cada vez más los estudios demuestran que las modificaciones epigenéticas (cambios hereditarios causados por los genes) participan de manera protagónica en la conducta y el aprendizaje.
Cuando los padres o tutores, actúan de forma distante y poco cariñosa con sus hijos en la infancia temprana, en esos niños que no los acarician, no los besan y que no los hacen sonreír con alegría, puede darse una respuesta anormal hipotalámica-pituitaria-adrenal (HPA) disfuncional asociada con el estrés (eso es igual al que padecemos los adultos en situaciones de gran demanda emocional), demostrado está que tendrá ese niño un desarrollo cognitivo disminuido y un incremento del cortisol tóxico, sustancia dañina para el cerebro, que lo deterioraran y que ya se mide en la saliva del niño abusado, desamparado, carente de afectos, sin trato amoroso.
Desde el inicio de la vida, el niño busca el apego o aproximación a un cuidador, a una persona especial con la que se vincula de manera más fuerte (esta es la «teoría del apego» del inglés John Bowlby).
Como una de las prioridades del niño es consolidar el vínculo con esa o esas (sus padres, o cuidadores) de la que él depende enteramente, coordinarse con ellos es un paso imprescindible.
Durante los primeros años de vida se configura la parte más importante de este sistema mentalista (seguridad en su personalidad, verbalización, autoestima, socialización) la habilidad fundamental para el armado vínculo con la figura del apego, que de manera lógica es principalmente la madre.
Pero volviendo al lenguaje, este tiene también marcadores genéticos: hay familias que tienen una mayor facilidad verbal y heredan la condición de un buen manejo del lenguaje. Un niño que tras el nacimiento y hasta los siete u ocho años que nunca haya oído hablar a sus semejantes, de ninguna forma podrá hablar, podrá hacerlo después, pero, será con enormes dificultades y limitaciones, lo que confirma que la temprana híper estimulación infantil es fundamental.
La ventana plástica del aprendizaje del lenguaje se cierra alrededor de esas edades. Aunque no recordemos con memoria absoluta los primeros dos años de nuestras vidas, esos son los que nos marcan para ser felices, poder hablar adecuadamente y tener la seguridad de enfrentar las grandes conflictivas de la convivencia en sociedad.
Por eso me alegra tanto de que mi nieto Javier tenga unos padres tan amorosos. No podía ser de otra manera, fue lo que ambos aprendieron en su infancia temprana, por doble vía. Permítanme terminar con una estrofa del poema «Las Nanas de la Cebolla» del gran poeta español de Orihuela, Miguel Hernández: «Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades.
Con cinco dientes, como cinco jazmines adolecentes. Frontera de los besos serán mañana cuando en la dentadura sientas un arma (…)» Feliz sábado tengan mis amables lectores, máxime si es en compañía de sus niños y nietos.