En República Dominicana, como en otros países del mundo, el liderazgo académico está constituido por los rectores y vicerrectores de las instituciones públicas y privadas de educación superior, por las autoridades del Ministerio de Educación Superior Ciencia y Tecnología, así como por investigadores que analizan y opinan frecuentemente en torno a diferentes temas relacionados con dicho sector. La zona de confort en la que vive, decide y actúa el liderazgo actual de la educación superior dominicana, ha facilitado su tímida participación en los escenarios nacionales e internacionales, en los que se analizan, reflexionan y debaten diversos temas de interés colectivo. A juzgar por el anonimato y pasividad que caracterizan al liderazgo académico dominicano, éste vive, decide y actúa inmerso en una zona de confort.
En pocas palabras, los que dirigen los más de 40 centros públicos y privados de educación superior del país, están durmiendo el sueño eterno. No investigan, no innovan, no conocen las necesidades y requerimientos de los entornos laborales nacional e internacional. La educación superior de calidad es uno de los medios estratégicos que tienen las sociedades para diseñar e implementar un modelo de desarrollo que facilite instaurar el bienestar colectivo sostenible.
Más allá de los desafíos históricos que tienen las academias dominicanas, como por ejemplo: Contar con profesores calificados, a tiempo completo y con vocación hacia la enseñanza e investigación, asumir como eje transversal la innovación y la cultura emprendedora, invertir en laboratorios de clase mundial y en bibliotecas bien dotadas, es notorio la ausencia de un liderazgo académico con autoridad y competencias para participar en los debates públicos.