El mal vivir en el el campo y su efecto en la extranjería. Tras ser mejorado el poder adquisitivo de los trabajadores de la caña, duplicándoles jornales que comoquiera resultan insuficientes para cubrir el costo mínimo de la vida, las autoridades y el país deben permanecer sin límites enfocados en la falta de condiciones favorables en los ámbitos rurales que espantan a hombres y mujeres hacia las ciudades, dejándoles los espacios al inmigrante foráneo que en trulla llega.
En el campo aparece el primer eslabón de una carrera de relevo que continúa con la migración de una parte importante de la masa laboral urbana que, como ocurre con muchos banilejos, prefiere huir al exterior en persecución del sueño americano de los dólares.
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Es probable que matemáticamente la producción de azúcar, sujeta a moldes de costos infranqueables, perdería rentabilidad si valorara más el sudor de los obreros de plantaciones pero la obligación de tratarlos como seres humanos no puede estar circunscrita a los montos de remuneraciones obligadas.
El Estado y los empleadores deben mirar mucho más hacia los problemas habitacionales, de insalubridad, falta de energía eléctrica y agua potable, precariedades en servicios educativos y descontrol en los precios de artículos de primera necesidad por deficiencias logísticas del comercio y el agio, típicos de la marginalidad geográfica.
En la base campesina de la pirámide social ha faltado notablemente el trato justo a quienes venden su fuerza de trabajo.