El A23a, como se lo denomina, se desprendió de la costa antártica en 1986, pero casi inmediatamente encalló en el mar de Weddell, convirtiéndos prácticamente en una isla de hielo.
Su superficie es de aproximadamente 4.000 km2. Para poner su tamaño en contexto, pensemos que las cercanas Islas de Georgia del Sur y Sandwich del sur tienen una superficie aproximada de 3.900 km2 y la isla Gran Malvina (o West Falkland) una superficie de cerca de 4.500 Km2.
El año pasado se desplazó a gran velocidad y ahora está a punto de salir de las aguas antárticas.
Esta placa de hielo tiene unos 400 m de grosor. En comparación, el Shard de Londres mide apenas 310 metros, el Empire State en Nueva York 380 metros y la Gran Torre Santiago en Santiago de Chile 300 metros, por mencionar solo algunos edificios que se imponen por su altura.
El A23a fue parte de un desprendimiento masivo de icebergs de la barrera de hielo Filchner de la Antártica.
Albergaba una estación de investigación soviética, lo cual demuestra hace cuánto ocurrió su desprendimiento.
Moscú envió una expedición para retirar los equipos de la base Druzhnaya 1, temiendo que se perdieran. Pero el iceberg no se alejó mucho de la costa antes de quedar rígidamente anclado al fondo del mar de Weddell.
Entonces, ¿por qué, después de casi 40 años, el A23a está ahora en movimiento?
«Les pregunté a un par de colegas sobre el tema, para saber si podía haber algún cambio en las temperaturas del agua que pudiera haberlo provocado, pero el consenso es que simplemente había llegado el momento», le dijo Andrew Fleming, experto en sensores remotos de la British Antarctic Survey, al corresponsal de ciencia de la BBC, Jonathan Amos.
«Estaba encallado desde 1986, pero en algún momento iba a disminuir (de tamaño) lo suficiente como para perder adherencia y empezar a moverse. Yo detecté el primer movimiento en 2020».
El movimiento del A23a se ha acelerado en los últimos meses, impulsado por los vientos y las corrientes, y ahora está pasando por el extremo norte de la Península Antártica.
Como la mayoría de los icebergs del sector de Weddell, el A23a será seguramente empujado hacia la corriente circumpolar antártica, que lo lanzará a su vez hacia el Atlántico Sur en una trayectoria que se conoce como «el callejón de los icebergs».
Se trata del mismo movimiento de agua -y de los vientos del oeste- que el famoso explorador Ernest Shackleton aprovechó en 1916 para escapar de la Antártica tras perder su barco, el Endurance.
Shackleton apuntó su bote salvavidas hacia Georgia del Sur. Es alrededor de esta isla donde se ven con frecuencia los grandes icebergs. Las quillas de los icebergs tienden a clavarse en la plataforma continental poco profunda del territorio británico de ultramar.
Al final, todos los icebergs, por grandes que sean, están condenados a derretirse y desaparecer.
Los científicos seguirán de cerca la evolución del A23a.
Si toca tierra en Georgia del Sur, podría causar problemas a los millones de focas, pingüinos y otras aves marinas que proliferan en la isla. El gran tamaño del A23a podría perturbar las rutas normales de los animales, impidiéndoles alimentar adecuadamente a sus crías.
Pero sería un error pensar que los icebergs son sólo objetos peligrosos (el Titanic y demás). Cada vez se reconoce más su importancia para el medio ambiente en general.
Al derretirse, estos grandes icebergs liberan el polvo mineral que se incorporó a su hielo cuando formaban parte de los glaciares de la Antártica. Este polvo es una fuente de nutrientes para los organismos que forman la base de las cadenas alimenticias oceánicas.
«En muchos sentidos, estos icebergs dan vida; son el punto de origen de mucha actividad biológica», afirma Catherine Walker, de la Woods Hole Oceanographic Institution, quien nació el mismo año que el A23a.
«Me identifico con él; siempre ha estado ahí para mí».