La humanidad de hoy no tiene rumbo. Peor aún, carece de metas y valores comunes que por lo menos permitan aunar esfuerzos y provean el marco ético y conceptual para la preservación de la especie y el planeta.
En la cima de la humanidad lo que estamos teniendo son hombres y mujeres que no alcanzan más que procurar, a costa de grandes atropellos, la creación de riquezas y, en algunos casos, la paz para sus propias clases y naciones y, a veces también, la de pueblos cercanos o afines.
Aparentemente, la ONU fracasó en cuanto a procurar metas y proyectos universales o regionales, basados en principios y valores comunes, o simplemente humanos.
La meta de importantes líderes suele ser la de mayor consumo y prosperidad material. Y desde luego, su seguridad; a un costo altísimo, pues suele tratarse de arrinconar a sectores sociales de sus propios países y otros cercanos para que no migren ni desborden sus zonas de miseria.
La humanidad de hoy fracasó en cuanto a tener una identidad y propósito común. Y aun mucho peor, no compartimos siquiera un sentido de identidad como especie, lo cual es la única base de un proyecto común.
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Muchos pueblos, como asustados, tratan inútilmente de volver a sus bases culturales ancestrales, pero ya parece tarde, pues hemos perdido los valores locales y no alcanzamos siquiera a vislumbrar ni de cerca valores para toda la humanidad.
A la luz del imperio de los intereses particulares, un proyecto común para la humanidad ya no parece posible. Las naciones, en sus organismos asociativos, lo único que procuran son derechos de minorías, algunos contra natura; lo cual produce afanes sin mucho éxito, pues los demás aceptarán estas imposiciones por temor a que sean saboteados otros intereses y metas particulares; ya que no nos importan ciertos temas, o nos dan lo mismo, y ni siquiera nos quedan valores contra los cuales contrastar el desorden moral y psicosocial que padecemos.
Una humanidad sin coherencia, ni proyectos comunes es la cosa más peligrosa que existe, pues puede resultar cualquier situación aberrante, y hasta locuras colectivas o de grupos de poder o empoderados que lleven inapelablemente al desastre total. De hecho, los daños a la naturaleza son un testimonio de este argumento.
Lo porvenir puede ser mucho peor, y un desastre nuclear no es para nada imposible.
Europeos, americanos, ni hindúes, ni chinos, tienen propósitos comunes a sus pueblos. Europeos y americanos estamos capturados por el consumismo y el individualismo egoísta. Los hindúes por diversidades culturales y religiosas, y los chinos porque los une un socialismo impuesto por el Estado, en base a doctrinas de bases filosóficas y espirituales muy débiles. Cuando el ideal no trasciende se convierte en simple sociabilidad temporal sujeta a la conveniencia individual y de grupos locales o regionales.
El asunto es conceptualmente sencillo: sin proyecto de identidad no sabemos quiénes somos, ni qué queremos o debemos procurar, y mucho menos definir hacia dónde queremos o debemos ir. Ni como individuos ni como naciones.