Odio la ignorancia, las guerras, las condiciones de vida indigna, la miseria, la indiferencia ante los apremios de las mayorías, los apagones, la falta de agua, la escasez de alimentos, la inflación y todos los males que puedan afectar la calidad de vida de nuestros semejantes, pero jamás odiaría a otro humano igual que yo.
Estas palabras las pensé a propósito de los mensajes y delitos de odio, tema de estos tiempos, en un intento de rememorar las cosas que podría asociar a ese sentimiento tan humano: el odio.
Siempre escuché a las personas mayores decir que “del odio nace el amor”, que ambos son sentimientos muy de los humanos, pero hoy las expresiones de acoso, violencia y otras manifestaciones de odio han proliferado de tal manera, que se han aprobado leyes contra este delito y sugerencias para enfrentar los mensajes que afectan la dignidad de las personas.
Tanto el amor como el odio han existido siempre, por ser parte intrínseca de la naturaleza humana, pero con el surgimiento de las redes sociales los mensajes de hostigamiento han alcanzado otra categoría, por haberse amplificado de manera exponencial mediante el sistema de redes. Esta nueva forma de comunicación circula a una velocidad nunca imaginada y arrastra, como en la crecida de un río, la basura y algunas que otras joyas que encuentra en el camino.
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Varias de las redes más conocidas han tratado de controlar los mensajes de odio, dando espacio a la promoción de publicidad, pero también filtran discriminaciones y se coarta la libertad de expresión y difusión del pensamiento.
El filósofo griego Platón definió el odio como “un fuerte torrente de poder que puede destruirlo todo”, y así, el odio como sentimiento nace por diferentes causas, como la envidia, el racismo, por sentirse superior o inferior a otros, la xenofobia, la homofobia y otras manifestaciones vinculadas a la intolerancia.
Estos mensajes han crecido y se expresan de cualquier forma de comunicación, de palabras, escrito y por comportamientos que generen ataques contra personas por su color de piel, por venganza, por rechazo; tanto así que la ONU ha instado a los países a regular publicaciones con expresiones que ofenden a las personas, y la Comisión Europea presentó una ley para eliminar los mensajes de violencia y odio desde todos los foros e instancias.
Estos comportamientos han aumentado de forma tal, que se ha denominado como el “odialecto”, una nueva expresión vinculada al odio de personas que se dedican a difamar como práctica habitual. Por esta razón, en España existe la Oficina de lucha contra los delitos del odio, una dependencia del Ministerio de Interior, que atiende a víctimas de este tipo de agresiones, verbales y hasta físicas.
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Hay miradas de odio que pueden conducir a la agresión; esas miradas son calificadas de delito. ¿Cómo una mirada puede ser motivo de una demanda? Pues fácil, con una grabación de un celular.
En nuestro país, el mensaje de odio más extendido se manifiesta en la actividad política; pese a ello, los que una vez fueron contrarios, aparecen como aliados. Cuidado con el odio político.