En estas sinceras líneas, me gustaría recordarle con mucho respeto y transparencia al Ministerio de Educación de la República Dominicana (MINERD), que las planificaciones para implementar políticas de desarrollo con calidad en el sector educativo no deben ser depositadas en una tinaja de barro sostenida en manos de hombres que no sean alfareros de la educación. La educación es conocimiento adquirido, es vivencia, es pasión y es vocación.
El Ministerio de Educación de la República Dominicana tiene un reto y una gran oportunidad de conjugar la autoridad referida que posee y la experiencia que otros han acumulado; es decir, la autoridad adquirida, que fue entregada por decreto a los docentes y funcionarios de la educación, la cual los reviste de facultad para ejercer y coordinar las mejores desiciones basadas en los principios de política de Estado y que benefician el desarrollo de cada docente y del estudiantado en cada rincón del país; pero para que esta autoridad referida genere efectos transformacionales, deberá ser armonizada o conjugada con el elemento experiencia. La experiencia es inherente en aquellos educadores que han ejercido una trayectoria profesional, exitosa, y que independientemente de las simpatías y las afiliaciones políticas, religiosas o de cualquier otra naturaleza, han mostrado un compromiso cabal con el mejoramiento de la calidad de la educación en la República Dominicana.
Podríamos citar muchos educadores que poseen un sello distintivo de excelencia, de resultados visibles y medibles; pero me voy a limitar a unos pocos, tales como, Sor Ana Julia Suriel, J. Adarberto Martínez, Miguel Escala, Radhamés Mejía, Moseñor Benito Ángeles, Jacqueline Malagón, Ivelisse Pratts de Pérez, Ángel Hernández, entre otros. Estos hombres y mujeres que he mencionado han dejado huellas que han servido de modelo en el sistema educativo de la República Dominicana; ellos nos recuerdan aquellas palabras de Paulo Freire, aquel pedagogo y filósofo brasileño, que dicen: “La tarea del docente, que también es aprendiz, es placentera y a la vez exigente. Exige seriedad, preparación científica, preparación física, emocional, afectiva. Es una tarea que requiere, de quien se compromete con ella, un gusto especial de querer bien, no sólo a los otros sino al propio proceso que ella implica”. Me atrevo a afirmar que esos hombres y mujeres que he mencionado personifican cada palabra enunciada por Paulo Freire; y por tanto, debemos considerar la posibilidad de reclutarlos.
Los funcionarios y los docentes del MINERD, poseen por decretos y nombramientos la autoridad referida para reclutar a esos hombres y mujeres que ya hemos mencionado, y estoy seguro de que todos ellos estarían dispuestos a servir voluntaria y desinteresadamente por el período de tiempo requerido por el mismo MINERD. Si se hace esto, entonces se está pensando en la gente, en el cambio, en el pobre, en el olvidado y en los aislados sociales. Claro está, materializar este reclutamiento por parte del MINERD conllevaría un nivel de humildad y entendimiento de lo que es política de Estado. Una verdad axiomática es que la educación incide en el avance y progreso de personas y pueblos; entendiendo este enunciado tan evidente, la humildad debe rechazar la autosuficiencia y la altivez que se generan en el corazón del ser humano cuando está en autoridad.
Invito a los funcionarios del MINERD a sopesar y aprovechar estas oportunidades de recursos humanos, y así crear una sinergia entre aquellos que poseen la autoridad y los que han acumulado experiencias; si logramos fusionar esas dos fuerzas, el país saldrá victorioso ante las amenazas que rodean al sector educativo. Indudablemente, si hay humildad y sensatez lo lograremos.