El misterio de la calle Ricardo Robles

El misterio de la calle Ricardo Robles

Cuando se transita por las avenidas Bolívar y César Nicolás Penson, el nombre luce imponente: Ricardo Robles. Y dice debajo que es obra del Ayuntamiento del Distrito Nacional, pero será el rótulo, porque no existe ninguna resolución que designe esa vía con esa denominación.
El personaje había sido intensamente buscado en periódicos, libros, revistas, boletines y otras publicaciones antiguas y recientes y en ninguna figuraba una línea que lo mencionara, que describiera méritos, proezas o alguna actividad en la que sobresaliera.
Fueron revisados documentos edilicios existentes en el Archivo General de la Nación y no apareció el distinguido señor que ha recibido el homenaje de una vía conocida por casi todo el capitaleño porque es ruta recorrida por vehículos públicos y privados y porque está entre dos obras muy frecuentadas: el majestuoso templo de los mormones y el Conservatorio Nacional de Música.
Suponiendo que había sido morador o propietario de terrenos del entorno se consultaron primeros vecinos residentes en el sector. No lo conocieron.
¿Sería un héroe, prócer, mártir, munícipe notable, revolucionario, patriota o un afortunado trujillista de esos cuestionados pero que gracias a cabildeos de familiares han conseguido el tributo de una avenida con su nombre? Cero respuesta.
Ricardo Robles era un misterio para quienes conocen la calle que lo honra, hasta este momento cuando se conoció su descubridor: el exregidor y ahora asesor del cabildo licenciado Waldys Taveras.
Existe, está vivo. El ingeniero Miguel Sanz Jiminián fue pionero en reparar en la inexistencia de un dictamen oficial designando esa vía con el nombre de Ricardo Robles, contó Waldys Taveras, quien trabaja en el ayuntamiento desde 1988, cuando ingresó como auxiliar de la Consultoría Jurídica, luego fue secretario del Concejo de Regidores, asesor de ese departamento y regidor de 2010 a 2016.
Sanz Jiminián era regidor de la institución de la que luego fue presidente y presentó una moción para que se investigara “quién era esa persona, y si estaba viva”, agrega Taveras, señalando que “nunca se rindió ese informe”.
Tiempo después se produjo un accidente de vehículos en esa calle. Chocaron “uno que venía de la Bolívar y otro que iba a entrar a esa avenida. Por la forma en que ocurrió la colisión se discutía si la Ricardo Robles era de doble vía”.
El abogado de uno de los involucrados era el doctor Juan Jorge Chaín Tuma “y tuvo la habilidad de ir al Ayuntamiento en busca de la resolución que daba ese nombre y el sentido en que la Sala Capitular establecía el tránsito en esa vía”, refiere Waldys.
“Busqué, no la encontré, y es entonces cuando se presenta el debate porque era necesario consignar esos datos en el acta policial, tenía que expedir una certificación y certifiqué que esa calle no tenía nombre oficial ni sentido de vía”, relata.
En el cabildo se consideró que esas ausencias representaban una grave irregularidad. “Teníamos en medio de la ciudad un espacio con un nombre que desconocíamos, sin regulación de vía”, expresa Taveras.
Movido por la responsabilidad en su desempeño y aguijoneado por la curiosidad, Waldys Taveras acudió de nuevo al lugar y ¡oh sorpresa!, conoció a Ricardo Robles.
“Vivía en un apartado de la residencia donde después construyeron la iglesia de los mormones. Para mí que era una ocupación irregular, o posiblemente era empleado de los dueños”. En ese sitio residieron los esposos Jesús María Troncoso Sánchez, primer gobernador del Banco Central, y su esposa Gisela Velázquez.
Waldys describe a Ricardo como “un señor de tamaño mediano, medio gordito, de tez clara”.
En ese momento, añade, el asunto “se convirtió en algo jocoso. Pero Miguel Sanz Jiminián hizo la denuncia con mucho ardor. Tal vez entonces no se le dio importancia, no colindaba con viviendas, era como un trillo entre esa casa y el desaparecido zoológico. Pero ahora ya es una vía importante”.
Recuerda que cuando realizaba su investigación le informaron que Robles pernoctaba por el lugar. “Cuando el viejo zoológico se usaba esa calle como ingreso, desde la Bolívar, para llevar comida a los animales y sacar la basura. Al instalarse después en el sitio el desaparecido Quisqueya Park, comienza a verse esa vía, la ampliaron para tener acceso de público”.
Robles “abrió la trocha y él mismo rotuló la calle con su nombre”, manifiesta.
Waldys Taveras califica esta ocurrencia como “una debilidad institucional” y exclama: “No es posible que él mismo se autoasignara una calle. Y lo más grave es que del propio ayuntamiento la rotularan”.
Contribuye a esta anomalía, comenta, la inexistencia de un registro con las propuestas que quedan pendientes de aprobación, por lo que resulta difícil investigar”.
La calle. La calle “Ricardo Robles”, llamada así en 1990 o 1991 por el mismo personaje que la ostenta, se ha convertido en una vía de desahogo. “La Alma Máter se congestiona mucho, al igual que la avenida Bolívar, por lo que para evitarse dar esa vuelta es preferible acortar y tomarla por la César Nicolás Penson”, explica Waldys para significar su importancia.
A su juicio, la gestión del Ayuntamiento “es muy deficiente en términos de ordenamiento” y narró que mientras fue regidor “presenté mi reclamo” pero no fue atendido.
“El Ayuntamiento se descuida con los nombres de las calles. Otra responsabilidad del organismo es colocar los números de cada vivienda, sin embargo, es grande el caos urbano de nomenclatura y de localización”, enfatizó.
Relató que hijos y nietos de destacados colaboradores del trujillato, algunos señalados por hechos de sangre, persecución o delación, acuden al alcalde con la biografía de sus antepasados para que les asignen calles y para él, dijo, “es una vergüenza que tantos héroes y mártires no hayan sido honrados, habiendo vías que lo que tienen son números o letras, sobre todo en barrios donde la gente debe tenerlos como referentes. No obstante hemos reconocido a personas que sencillamente pasaron por la administración pública”.
¿Cuál es su propuesta en relación con la Ricardo Robles?, se le pregunta. “Que el Ayuntamiento le ponga un nombre que sea legítimo y que se trate de una persona con méritos suficientes para que una calle de la ciudad lleve su nombre”, contestó.
Se le observa que Ricardo Robles es un nombre auténtico y que quizá no es honorable ni influyente, pero podría poseer virtudes como la honradez, la honestidad, el amor al trabajo, vocación de servicio…
_Sí, pero no puede ser, porque él está vivo, respondió.
Tras conocer tan pintoresca historia solo queda un infinito deseo de conocerlo.

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