Ningún líder de trascendencia histórica alcanzó respeto y consideración por la fuerza del dinero. Talento, carisma, formación y una enorme capacidad en interpretar la realidad social, sirven de sustento en figuras paradigmáticas que penetran en el alma de la gente para siempre. Inclusive, el proceso de descomposición del producto político, cuando accidentalmente produce una figura de excepción, la durabilidad del fenómeno se torna pasajero.
La época en que figuras del nivel Juan Bosch, Juan Isidro Jiménez, Corpito Pérez, Joaquín Balaguer, se colocaron en el centro del debate público parece borrada por la fuerza del pragmatismo salvaje. Lamentablemente no es un fenómeno exclusivo del país. Años han pasado, pero en similar dirección reaccionaron sociedades con el privilegio de tener un Rómulo Gallegos, Jorge Eliezer Gaitán como exponentes de su clase partidaria. No obstante, al igual que la tragedia local, sus relevos se caracterizaron por ejercer la función pública desde una óptica lejana al debate de las ideas y profundamente permeadas por lo mercurial. Hasta la saciedad lo repito: muchos de los herederos políticos cargaron con los vicios y pocas de las virtudes de los líderes icónicos.
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Anteriormente, un aspirante pretendía conectar con el electorado sin la dosis de clientelismo que, cuando los recursos abundan, convierten un rufián en funcionario electo. Por eso, las reglas encaminadas a revisar conductas patrimoniales de potenciales aspirantes reflejan más la voluntad de llenar la dosis de indignación ciudadana que liquidar el régimen de complicidades con amparo en las élites directivas.
Aquí nadie es tonto, en cualquier comunidad la gente conoce perfectamente las fuentes que financian aspiraciones, delatadas por millonarias propaganda sin proporción con los salarios a devengar.
Lo irónico es que una organización en interés de alejar el dinero de las aspiraciones construya esquemas y/o cuotas de potenciales candidatos porque al hacerlo, indirectamente conduce a la búsqueda de los recursos. Así se premia el dinero y no las calidades y compromisos con futuros alcaldes, regidores, diputados, senadores y candidatos a la presidencia. Aunque en buena justicia, el colapso de dos organizaciones partidarias fundamentales en el país está vinculado con imponer lo económico sobre lo político. Miguel Vargas y Gonzalo Castillo retratan la deriva de la política y la respuesta de los electores se traduce en inteligencia ciudadana y sentido común en capacidad de no dejarse engañar. ¿Creen ustedes que Barack Obama, Felipe González, Mitterrand, Peña Gómez, Luther King, alcanzaron la gloria por el dinero?