Puede que sea el primer homenaje público a su memoria, un reconocimiento que pasó inadvertido, sin inauguración, solemnidad, ni prensa, lejos de los que fueron sus predios habituales. Es probable que el tributo se deba a los afanes del distinguido escritor por el progreso de la zona en su condición de vicepresidente de la Asociación para el Desarrollo de Santo Domingo Oriental.
Es una vía en honor de Julio Genaro Campillo Pérez, descubierta por casualidad al transitar por uno de sus barrios. Extensa y lejana, sorprende por el sobresaliente rótulo que anuncia con todas las generales al ilustre historiador, escritor, político, abogado, servidor del Estado, genealogista, maestro, académico, periodista, entre otras de sus múltiples facetas.
Encontrar la resolución edilicia que la designó fue trabajo inútil.
El afable e incansable don Julio falleció en 2001 y a pesar de haber tenido una vida tan productiva e intensa, por lo que su personalidad simpática y sociable brillaba en muchos ámbitos de la sociedad, dejó de sonar, aunque estará siempre presente por sus cuantiosos y valiosos libros, de consulta obligada para historiadores, juristas, estudiantes y estudiosos de incomparable cantidad de temas.
Investigar, analizar, escribir, fueron pasiones de este maestro de figura imponente, “vital y extrovertido”, como lo describió Frank Moya Pons al despedir sus restos mortales en la Academia Dominicana de la Historia, de la que fue presidente.
Emprendedor y multifacético, transitó los caminos de abundantes materias, por lo que discernía con propiedad sobre economía, historia, política, derecho. Conocía las raíces de casi todas las familias del país, de ahí su insistencia en la reactivación del Instituto Dominicano de Genealogía, que fortaleció, y al que atrajo genealogistas que crecieron bajo su sombra.
Era un incansable realizador de proyectos de toda índole y un desafiante detector de datos que otros buscaban inútilmente. Se planteaba el reto y los localizaba, como ocurrió con el hallazgo de los orígenes de José Francisco Peña Gómez. En otros casos viajaba indetenible tras las fuentes. Recorrió completo el país y visitó diferentes naciones satisfaciendo sus inquietudes de investigador.
Ese manojo de bondad, que se acercaba con familiaridad y hacía amistad hasta con desconocidos, convocaba en su singular residencia de “El Recodo” a inmensidad de muchachas y muchachos a los que estimulaba al estudio, la investigación, el trabajo creativo. Muchos le deben y agradecen hoy su interés por alguna de las tantas ramas que dominaba el virtuoso doctor Campillo, como Edwin Espinal Hernández, que siendo un adolescente lo deslumbró por su precocidad y al que presentaba como una promesa.
“Junto a Román Franco Fondeur y Carlos Dobal, el doctor Campillo integra la triada de mis mentores en la investigación histórica y genealógica. Los contactos con Dobal y don Román llevaron a que lo conociera y me designó como investigador del Instituto Dominicano de Genealogía cuando tenía dieciséis años, para localizar actas eclesiásticas y del Estado Civil para su obra “Ulises Francisco Espaillat y su familia, investigación genealógica”.
Espinal cursaba bachillerato y esa oportunidad, dice, le abrió la puerta a la documentación histórica. “Gracias a él entré en contacto con información nunca antes trabajada”.
Colaboró con él localizándole información para “La familia de Máximo Grullón Salcedo” y se adentró en Dajabón investigando sobre Peña Gómez. Gracias a su orientación conoció protocolos notariales “que él había trabajado parcialmente en la oficina del licenciado Santiago Reynoso Lora, que atesora los más ricos archivos de Santiago”.
En definitiva, resume el abogado santiagués, “el doctor Campillo, quien resaltaba que mi talento había “resultado madrugador cuando apenas había salido el sol”, constituyó un pilar fundamental en mi formación como estudioso de la historia y la genealogía”.
Y como él se expresan Luis José Prieto Nouel, Víctor Arthur y otros a los que entusiasmó Campillo en la investigación histórica y genealógica.
Una vida productiva. Julio Genaro nació en Santiago el 9 de julio de 1922, hijo de Julio Campillo de Hoyos y Dolores de la Caridad Pérez. Allí realizó estudios primarios y secundarios. Era egresado de la Escuela de Diplomacia de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de Santo Domingo, donde obtuvo título de Doctor en Derecho.
Se inició como educador en la Escuela Normal de Santiago y posteriormente impartió cátedras de historia y derecho en las universidades Católica Madre y Maestra y Nacional Pedro Henríquez Ureña. “Revitalizó” la Academia Dominicana de la Historia y luchó por la adquisición de su actual local, destacó Moya Pons.
Fue también vicepresidente de la Asociación de Abogados de Santo Domingo, rotario y secretario general de Partido Quisqueyano Demócrata y desempeñó las funciones de Juez de Paz y Regidor del Ayuntamiento en Santiago; diputado al Congreso Nacional; secretario de Industria y Comercio; Administrador de Corde; miembro de la Junta Central Electoral, presidente de la Comisión Técnica Forestal, Juez de la Suprema Corte de Justicia, posición que ocupaba a la hora de su muerte.
Además de artículos publicados en casi todos los periódicos del país, don Julio, quien se destacó como analista de los procesos electorales y constitucionales dominicanos, dio a la luz: Historia electoral dominicana 1848-1986: El grillo y el ruiseñor; Madre y Maestra: Culminación de inquietudes culturales santiaguenses; Santiago de los Caballeros: imperecedero legado hispano-colombino; Elecciones dominicanas; La Constitucionalidad en Santo Domingo: periodo 1492-1844; Origen y evolución de la Junta Central Electoral; Ulises Francisco Espaillat, apóstol de la democracia; Ulises Francisco Espaillat y el desarrollo del Cibao; El arbitraje privado y sus ventajas; Benigno Filomeno de Rojas: política y la economía; Documentos del primer gobierno dominicano: Junta Central Gubernativa febrero-noviembre 1844.
Además, Peña Gómez: origen y nacimiento, investigación genealógica; La familia de Máximo Grullón Salcedo, prócer de la Restauración Nacional; Primer Santiago de América 1495-1995; Los albores de la patria: homenaje a Juan Pablo Duarte. Estando en la Suprema Corte de Justicia asumió la edición del Boletín Judicial, que llevaba nueve años suspendido.
Fue promotor del gentilicio santiaguense, para los nativos de Santiago de los Caballeros, ante la Real Academia de la Lengua, de España.
Falleció el primero de junio de 2001 y su cuerpo exánime fue expuesto también en la Suprema Corte de Justicia. Pronunciaron panegíricos, además de Frank Moya, Jorge Subero Isa, presidente de la Suprema Corte de Justicia, y en el cementerio, Juan Luperón Vásquez, juez de la Corte de Justicia; Américo Moreta Castillo, miembro de la Academia Dominicana de la Historia; Luis Yépez Suncar, gobernador rotario y José Mauricio Estrella Hernández, presidente del Ayuntamiento de Santiago.
La calle. Está ubicada en Villa Carmen, de Santo Domingo Este, aunque algunos planos la sitúan en “Invivienda” y en la “Ciudad de los Trabajadores”. Nace en la “Calle 19” y termina en la “Ingeniero Pedro Bonilla”.