Literalmente, el mundo y sus líderes asumen comportamientos y resultados que predicen la falta de inteligencia emocional, de empatía y autocuidado para sus ciudadanos y para el bienestar humano.
El Medio Oriente arde y se expone a una guerra regional de repercusiones internacionales, por los conflictos recurrentes y latente. El conflicto Israel y Palestina, Irán e Israel, son conflictos de siglos, huellas del posado, odios y resentimientos de carácter religioso, por tierras, ocupaciones y prejuicios que les imposibilita sentarse a negociar, ceder, dialogar, posponer o perder para ganar en un conflicto nunca resuelto y sin un árbitro que pueda mediar.
Lo mismo pasa en la ocupación de Rusia en Ucrania, una guerra de más de un año, con millones de desplazados, crímenes de guerra, hambrunas, sufrimiento, dolor y deshumanización sin que la OTAN, la ONU y ningún organismo europeo pueda mediar o detener la guerra.
Parecería que habíamos superado el Holocausto de Hitler y de Stalin, el exterminio de judíos, religiosos y ciudadanos por oponerse al comunismo, a las ocupaciones e intervenciones político-militar.
Es impensable que los “egos” de “líderes fuertes” y pragmáticos apoyado y seducidos de una irracionalidad, de la falta de discriminación y de proporcionalidad, decidan la guerra y no la paz, la confrontación y asesinatos, y no el diálogo y la razón.
También, la sufrida Latinoamérica que por siglos vivió dictaduras, crímenes, terror, persecuciones y limitación socio-económica, se expone a crisis y a volver a repetir el pasado, a las dictaduras de izquierda y de ultra derecha, como si le secuestraran la memoria colectiva o se hicieran “prisioneros del pasado no resuelto”.
Así va Nicaragua, Venezuela y Cuba; lo mismo pasa en Colombia, Perú, Guatemala y Ecuador por reformas democráticas.
El pobre Haití ha quedado en manos de bandas, narcotráfico, pandillas y psicópatas que asesinan, secuestran, cobran y torturan sin que la ONU y Caricom encuentren las respuestas políticas para detener la locura de Haití. No hay sabiduría, madurez ni inteligencia.
Repito, el mundo está de psiquiatría. Los líderes mundiales tienen la vida de las personas en sus manos, sus economías, su cultura, sus éxitos y sueños. Con tal de perpetuarse en el poder ponen en riesgo a todos, a las regiones y a la humanidad.
La guerra es una locura, es un proceso de deshumanización, de indignación y de sufrimiento humano que nos remota a la era primitiva, donde no se había alcanzado el desarrollo de la corteza prefrontal.
Pienso que vamos mal, no hay quien pueda mediar, no escuchan a nadie, ni le hacen caso a nadie. Todos estamos expuestos, todos sufriremos, unos más que otros, pero ningún país está totalmente libre, ya que genera crisis del petróleo, gas, trigo, transporte, alimentos, contaminación, daños psicológicos, hambrunas, desplazamientos humanos, etc. Exponer el mundo al riesgo, a la muerte colectiva, al duelo y dolor, al trauma de la guerra, a la depresión, al estrés postraumático, a la desintegración familiar y socio-cultural, es una verdadera tragedia de impredecibles consecuencias. El verdadero líder cuida, protege, dialoga, pone en acción la flexibilidad cognitiva para no llegar al conflicto y la guerra. Cada líder debe cuidar su país, su economía, su producción local, sus fondos de contingencia y su visión geopolítica de forma asertiva, debido a que vivimos en un mundo que está de psiquiatra y nos presenta la patología de los líderes en conflictos.