Un mundo sin contaminación, sin guerras, donde la gente ande libremente sin que nadie le ofenda, donde los niños puedan disfrutar de sus padres, donde todas las personas del mundo tengan acceso a comida y agua; donde haya ríos y playas que todos puedan usar, donde todas las personas puedan visitar países sin ningún obstáculo.
Eso es, en resumen, la opinión de mis cinco nietas sobre lo que para ellas sería un mundo perfecto. El 5 de abril escribí: “Si el mundo fuera perfecto, las ocupaciones serían otras”. Se me ocurrió preguntarles a mis nietas qué sería para ellas un mundo perfecto.
De las cinco, dos son universitarias, una está en secundaria y las otras dos aún en primaria. Me impresionó cómo todas coincidieron en la necesidad de defender el medio ambiente, en el conocimiento sobre el cambio climático y la escasez de agua en algunos países.
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Daniela aportó que 2.2 millones de personas carecen de agua potable en el mundo y se preguntó cómo pueden vivir sin agua. “Para que el mundo sea un lugar seguro, no debe haber crueldad, no debería existir la pena de muerte, ninguna guerra, mejores ciudadanos y no debería haber niños en la calle”.
María José, la más joven, dijo: “Un mundo perfecto para mí tendría menos contaminación, todos los niños del mundo tendrían alimentos, todos cuidaríamos los recursos naturales, procuraríamos un mundo limpio y, sobre todo, los niños podrían disfrutar de sus padres y su familia”.
Mahonita entiende que el mundo perfecto debe ser un espacio seguro para todos. “El mundo perfecto para mí sería el espacio donde no haya diferencias entre las personas, entre ricos y pobres, donde nadie se acueste sin haber comido, donde no haya niños pidiendo en las calles y donde todos puedan disfrutar de su familia, donde todos los niños vayan a la escuela y todos nos comprometamos a cuidar el medio ambiente para que podamos respirar y vivir mejor”.
Isabella expresó: “Para mí sería el reino de la armonía, sin guerras entre las naciones, donde la naturaleza florezca con toda su majestuosidad preservando el equilibrio; la pobreza y el hambre serían meros recuerdos de un pasado lejano y reemplazados por la abundancia y la prosperidad. La discriminación no existiría y el respeto mutuo sería la norma de vida y la educación y el conocimiento al alcance de cada ser humano”.
Shani, la mayor de mis cinco nietas aterrizó en su propia realidad y para ella el mundo perfecto es un mundo donde la seguridad al salir a la calle no sea un simple deseo, sino una necesidad básica cumplida. Anhela poder caminar por las calles con la confianza de que no confrontará peligros, explorar su ciudad sin preocupaciones, sumergirse en su belleza sin temor; sueña con una comunidad donde la presencia policial signifique protección y no intimidación, y donde la solidaridad entre vecinos sea la norma. Quiere un mundo donde el cuidado mutuo sea nuestra prioridad, donde nos apoyemos y confiemos en que todos estamos juntos en ese propósito.
Como abuela, siento el regocijo de tener nietas pensantes, aterrizadas y conscientes del mundo en el que viven y prometen cambiarlo por uno más amigable. ¡Hay esperanza!