El Niágara en bicicleta

El Niágara en bicicleta

Claudio Acosta

Las huelgas hospitalarias son, por definición, odiosas ya que afectan fundamentalmente a los mas pobres, a los mas vulnerables, a los que mas necesitan de la mano protectora del Estado, que debe ofrecerles un servicio de salud digno y de calidad que todavía está muy lejos de poder garantizar.

Pero en esta ocasión la huelga que afectó los servicios del hospital universitario Salvador B. Gautier no está motivada por reivindicaciones laborales insatisfechas de su personal médico sino debido a las precarias condiciones en que está operando ese centro, que literalmente se está cayendo a pedazos.

“Aquí faltan catéteres, oxígeno, manómetros, personal de enfermería para cirugía; faltan hasta recetarios. Esta situación llegó al límite, hay veces que se necesita una crisis para que las autoridades puedan reaccionar”.

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El panorama que describe el doctor José Gabriel González, encargado de medicina interna, es desolador, y eso que dijo que los aires acondicionados están dañados, que el ascensor está fuera de servicio, y que los sanitarios de las habitaciones donde se internan a los pacientes no tienen agua para descargar sus necesidades.

Ese rosario de calamidades obliga a preguntarse cómo llegaron las cosas hasta ese punto, haciendo imposible que se pueda atender adecuadamente a los cerca de 500 pacientes que diariamente acuden a consultarse al hospital.

Porque mírese por donde se mire, es mucho el descuido que tiene que acumularse para llegar a extremos tan difíciles de justificar por parte de las autoridades de salud, que en una “intervención” realizada ayer consiguieron que el paro se levante con la promesa de que se van a resolver los problemas denunciados.

Que, como acaba de demostrarse, podían solucionarse sin tener que exponer de manera tan vergonzosa las deficiencias de nuestro sistema público de salud, donde los pobres –como dice Juan Luis– tienen que pasar el Niágara en bicicleta.

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