Cuando un periodista le preguntó a la doctora Milagros Ortiz Bosch por el nombramiento como vicecónsul en Barcelona de Luz del Alba Jiménez, exministra de la Juventud a la que un fulminante decreto apartó del cargo por verse envuelta en una denuncia de irregularidades y corrupción, la funcionaria se limitó a responder con un escueto “no me gustó”. Para de inmediato encarar al reportero diciéndole que no iba a conseguir que ella, “una mujer inteligente”, critique un decreto del Presidente de la República.

Al día siguiente me enteré, a través de un tuit del portavoz de la Presidencia Homero Figueroa, de que a solicitud de la Dirección de Etica e Integridad Gubernamental el presidente Luis Abinader suspendió provisionalmente el nombramiento de la exfuncionaria. Figueroa mostró la carta de la doctora Ortiz Bosch en la que esta señala que Jiménez debe ser suspendida en su nuevo cargo hasta tanto el Ministerio Público concluya su investigación, pues se le acusa de tratar de beneficiar a un proveedor con más de tres millones de pesos.

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Hay que decir, para hacer justicia, que a los que conocen la vida y trayectoria como servidora pública de la funcionaria no les sorprende su coherencia. Lo que sí sorprendió fue el nombramiento de la dirigente perremeísta, sorpresa que rápidamente evolucionó hacia la indignación, como evidencian las críticas que inundaron las redes sociales.

La suspensión de su nombramiento, aunque enmienda otro mal paso del gobierno que lo obliga nuevamente a recular, no cierra el expediente ni repara el daño hecho, pues quedan en el aire demasiadas preguntas sin responder; y me late que así se quedarán, pues el gobierno no quiere seguir batiendo ese tema. Y es una pena porque mucha gente quiere saber qué ocurrió, aunque yo solo me conformo con saber quién es el padrino político de esa muchacha y porqué se arriesgó a provocar este alboroto, si desde el gobierno hay tantas maneras de ayudar a una compañera en desgracia con total discreción.