Con un discurso enumerador de realizaciones en varios renglones de su gestión, anoche el presidente Luis Abinader recordó también con énfasis la adversa situación en que llegó al poder admitiendo que todavía hoy el «momento es complicado y el país necesita trabajo, ideas y aportes».
Sobre las realidades que más afectan al dominicano y para las que aguarda soluciones, citó a la inflación, a la que atribuyó un carácter global ineludible y por causas ajenas al país, planteando como posible consuelo el que la erosión del poder de compra en este medio ha sido inferior al promedio global.
Se admite que el Poder Ejecutivo aplica esfuerzos para atenuar alzas con subsidios, ayuda directa y absorción de costos petroleros en el marco de la dura verdad de que ni los actuales salarios mínimos ni el ingreso promedio de toda la población cubren en extenso el costo de la vida aunque se reciban auxilios.
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Le corresponde mérito, ciertamente, en esta mitad del período, por el buen manejo de la pandemia y de los factores desfavorables que incidieron sobre la economía que se recupera tras una severa postración. Parte de su extensa comparecencia retrata a un Gobierno que edifica, desarrolla proyectos y se propone lograr para los gobernados un cambio fundamental en el funcionamiento del Estado para el que faltaría, y cabe reconocer, un mayor trabajo.
El presidente Abinader encontró innegablemente un país escapado de protección al patrimonio público y su primer y certero paso para imponer controles y sanciones fue dejar a su plena autonomía e independencia al Ministerio Público, cuyos frutos la sociedad aguarda impacientemente.