Vivir en paz, libertad, gobernabilidad, democracia y dentro de un ambiente de respeto político ha sido y sigue siendo un anhelo para millones de ciudadanos del mundo. Y nosotros vivimos en un ambiente con esas características, lo cual tiene un valor incalculable. Sobre todo, si tanto el presente como futuro proyectan que se mantendrán esas condiciones envidiables. De lo cual debemos dar gracias a Dios y pedirle que permita que así continúe, a pesar de cualquier inconformidad personal o grupal, lo cual cae dentro del juego democrático.
Una de las causas que provocan desavenencias e imposibilitan ambientes de gobernabilidad tanto en países como en cualquier conglomerado humano, es la ausencia de dirigentes o personas con capacidad para dialogar y buscar entendimientos. Esencialmente cuando las diferencias o intereses obnubilan las mentes de los cabezas de esas sociedades. Cuando las mayorías le pierden la confianza a sus conductores. Por eso, sumado a otros aspectos ancestrales propios del país vecino, Haití y los haitianos lamentablemente viven situaciones calamitosas.
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A lo largo de mi vida he cosechado amistad con muchos haitianos. En la industria azucarera, en Fomento Industrial y las pyme, en Aduanas y en Impuestos Internos. También con haitianos que pasaron por el Instituto de Formación Política Jacques Maritain que tuve el honor de dirigir. Lo mismo ocurrió en el movimiento Socialcristiano y con diplomáticos. Con ellos comprendí que tienen una composición muy heterogénea y que ha sido una sociedad de grandes injusticias que los ha conducido a la desconfianza. Pero con gente de grandes valores.
Ante la lamentable situación de los últimos días que ha impedido hasta ahora la búsqueda de un Gobierno provisional que pueda enrumbarlos por el camino de la gobernanza, hemos visto análisis de expertos internacionales que de alguna manera han comenzado a comprender la posición dominicana. A entender la complejidad del asunto para nuestro país. Viendo la diferencia entre la estabilidad que vivimos frente a la situación que ellos padecen, han comenzado a comprender, pienso yo, tanto en la solidaridad dominicana como la posición responsable del presidente Abinader.
Esto último lo expreso con bastante cuidado, porque en medio de un proceso electoral no quiero que alguien pretenda entender que aprovecho para hacer campaña proselitista. Los que me conocen saben que ni yo ni este espacio está al servicio de grupos políticos, económicos o partidarios. Más bien, estoy en la postrimería del servicio público; pero me siento en el deber de expresar, que la actitud de Luis Abinader, no solo ha sido lo suficientemente clara y sensata, sino que, como indica el pensamiento cristiano, está procurando la perfectibilidad y se ha ganado el respeto mayoritario. Lo que es bueno.
Nadie más que los dominicanos queremos que la situación de Haití se normalice. Que puedan contar con un régimen estable y que junto a la sociedad haitiana se posibilite la estabilidad. Y los organismos a los cuales pertenecemos tienen que entender que la República Dominicana es limítrofe con Haití. Que no se trata de un país distante al cual hay que ir en barco o avión, sino que se cruza a pie. Y eso le da a nuestro país una situación especial y particular. Oramos por la mejoría de la situación de Haití y para que los dominicanos continuemos fortaleciendo la paz y estabilidad que vivimos.