El FMI revisó a la baja su pronóstico de crecimiento global hasta 3.2% en 2022 y 2.7% en 2023, después de promediar 6.0% en 2021. Nuestra economía sale bien parada, estima 5.3% para este año, dos décimas menos que en abril, nos mantiene como el segundo país con mejor crecimiento después de Panamá, y 4.8% en 2023, cuando pasamos a liderar el pelotón de países de Latinoamérica y el Caribe para los que prevé un crecimiento medio de 3.5% en 2022 y 1.7% en 2023.
Mientras la región no se destaca por ingresos de capitales externos y sus principales monedas se deprecian, sucede lo contrario en la economía dominicana, aumenta el flujo de inversión extranjera y el peso se aprecia, razones por las que, con un crecimiento de velocidad de crucero en 2019, en menos de un año salió del agujero de 2020, con un volumen del PIB real que supero en 5% al de 2019.
Y mantiene fuerte la actividad económica, el PIB creció 5.5% en enero-agosto 2022, gracias al aporte de 7.5% del sector de los servicios que representan 60.0% del total de la economía. Tenemos un crecimiento de calidad, la tasa de desempleo de la población activa se redujo 5.2% en abril-junio de 2022, implicó 2.8 puntos porcentuales menos comparado con enero-marzo 2021, según la Encuesta Continua de Fuerza de Trabajo del Banco Central.
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Como los números del FMI fueron hechos antes de conocerse la decisión de la OPEP+ Rusia de recortar la oferta de crudos en dos millones de barriles diarios a partir de noviembre, para subir el precio a un mínimo de US$90, en otra obligada revisión reduce aún más sus expectativas de crecimiento global y regional, porque calcula que por cada US$10 que sube el barril de crudo el crecimiento mundial se reduce en 0.6% al año, y si hablamos de un aumento de 15 dólares, la caída del crecimiento sería de un punto porcentual en 2023.
Para nuestra economía implicaría pagar un precio medio de US$100, un 19% más de los US$83.98 que pagamos por el barril de crudo y derivados en los primeros seis meses de este año. La factura petrolera aumentaría en US$1,089 millones considerando un volumen importado de 68 millones de barriles como en 2019. Y sin el subsidio del gobierno al consumo de gasolinas, gasóil y glp se sumarían pérdidas de crecimiento del PIB, menos población ocupada e inflación, como muestran estos números.
En 2019 la factura petrolera represento 4.0% del PIB y 1.8% del PIB el consumo de gasolinas, gasóil y glp. Si pagamos un sobreprecio de 19% las pérdidas de la economía en 2023 serían las siguientes: 0.76% del PIB (19% x 0.04) de ingreso por deterioro de la relación de intercambio, y 0.342% del PIB (19% x 0.018) de poder adquisitivo de los consumidores por la mayor tasa de inflación por consumo de combustibles.
La conclusión es clara, si el monopolio de la OPEP+Rusia se sale con la suya, lo que es muy probable, para evitar las pérdidas el gobierno debe mantener la política de no cobrar los impuestos al consumo de gasolinas, gasóil y glp cuando el barril de crudo supere determinado umbral.