En el artículo anterior vimos que el Producto Interno Bruto se ha convertido en un valor fundamental para la toma de decisiones mundiales. En esta ocasión, nos enfocaremos en estudiar algunas de las limitantes que impiden que pueda ser utilizado como la medida excepcional del bienestar y desarrollo general de los pueblos.
El PIB se creó en un mundo fundamentalmente limitado y con una tecnología baja y lenta. Hoy, la tecnología y la globalización cambiaron, completamente, el modelo económico mundial. Tanto así que se podría decir, metafóricamente, que, a día de hoy, el mundo es una sola nación. Estamos ahora frente a predominio de medios como Facebook, Google y Youtube, y todavía no tenemos una manera de incluir esto como parte del desarrollo de nuestras vidas.
El costo marginal de acceder a las plataformas digitales es prácticamente cero y no se está considerando el desarrollo y calidad de vida que trajo la disponibilidad de información y el rompimiento de las barreras de comunicación a nuestras vidas. Con el actual enfoque de medida del PIB no se ha logrado tomar en cuenta las variables económicas con costo marginal cero y otros factores intangibles tales como la innovación y las creaciones científicas.
El PIB no alcanza a medir variables que están fuera de la economía de mercado, pero que tienen gran impacto en la sociedad tales como trabajo en casa, cuidado de los niños, actividades ilegales, buena parte de la producción en la economía informal, y otros. Hoy, el trabajo informal representa, prácticamente, la mitad del empleo dominicano.
Los servicios constituyen dos tercios del producto de muchas economías desarrolladas. En el PIB se mide el gasto que se hace en los servicios, pero su variación no determina, completamente, la calidad de los mismos. Por ejemplo, Estados Unidos gasta cerca de 18% de su PIB en salud. Sin embargo, esto no le da una ventaja en términos de esperanza de vida frente a naciones que no gastan ni la mitad.
Un país que produce más pero que agota sus recursos naturales y daña su medio ambiente, no es el país más rico. En algún momento, sus riquezas naturales pueden agotarse y puede traer repercusiones importantes, incluso sobre la salud de las personas. Se derrochan los recursos para alimentar un consumismo que no nos hace felices ni sanos. El PIB no logra tomar en consideración costos ecológicos o sociales ni su sostenibilidad.
Un término muy conocido en economía es el costo de oportunidad, este se refiere a la alternativa de mayor valor a la que renunciamos al hacer algo. Todavía no tenemos manera de medir cómo hubiera impactado la economía el hecho de haber tomado una decisión alternativa.
Finalmente, el PIB no es una medida que puede ser utilizada para determinar la calidad de vida de las personas. No indica un cambio automático en las condiciones de vida e ingresos de todas las personas de un país. Por ejemplo, en un país donde se distribuye su riqueza desigualmente, una proporción de la población no ve ningún cambio en su bienestar general a partir de una mayor producción. De acuerdo con el Periódico El País, El 0,7% de la población mundial, que en cifras son 34 millones de personas, posee el 45,2% de la riqueza del mundo entero.
En este orden de ideas, podemos concluir que el Producto Interno Bruto es una herramienta válida para valorar el movimiento monetario y productivo de un país. El problema surge cuando se toma este como una medida del desarrollo social, ambiental y humano de las naciones. No se puede utilizar el mismo valor para todas las evaluaciones, y mucho menos en un mundo donde predominan los cambios tecnológicos, la revolución digital y un proceso feroz de globalización. Conocer las limitaciones de lo que nos mueve nos hace más fuertes pues de ahí dependen las decisiones de los países y el destino del mundo.
Investigadora asociada: Julissa Lluberes.