Cuarenta años han transcurrido desde que el poeta de los pobres se durmió. Él, que en un momento de atormentada vigilia había jurado que su poesía seguiría sirviendo y cantando a la dignidad en contra de los indignos, a la esperanza a pesar de los desesperados, a la justicia a pesar de los injustos, a la igualdad en contra de los explotadores, a la verdad en contra de los mentirosos y a la gran fraternidad de los verdaderos combatientes; no imaginó que durante su reposo prolongado, la conjura de los indignos, injustos, explotadores, mentirosos, y hasta algunos muy ilustrados, se encargaría de mediatizarla. Por eso es necesario despertarlo. Al poeta de los pobres hay que decirle como él le dijo al ilustre leñador de Kentucky: ¡Que despierte!
Que despierte el poeta de los oprimidos. Que vuelva Pablo con su poesía y sencillez a compartir con los obreros. Que despierte el poeta de los explotados, que regrese Neruda con sus versos aguzados a perturbar la quietud de los indolentes.
Que haga sentir su prosa combativa l/contra los nuevos esclavistas, contra el veneno de la imprenta, contra la mercadería sangrante que quieren vender. Que marchen cantando y sonriendo el joven blanco, el joven negro, contra las paredes de oro, contra el fabricante de odio, cantando, sonriendo y venciendo”. Que despierte el poeta de los pobres. Que venga Pablo y debilite a la canalla guerreadora con su canto a la paz: “Paz para los crespúsculos que vienen, paz para las cenizas de estos muertos y de estos otros muertos, paz para el panadero y sus amores, paz para todo el trigo que debe nacer, para todo el amor que buscará follaje, paz para todos los que viven: Paz para todas las tierras y las aguas”.
Y si aún persisten en atizar el fuego de las guerras de conquistas, “si se derraman de nuevo las furiosas banderas del malvado”, si esa camarilla de irresponsables insiste en devastar campos y ciudades para robarse el oro negro del mundo, si ese “repugnante grupo de insectos se empeña en arrojar sobre los seres concienzudamente paladas de vileza”; entonces, el poeta de los pobres volverá con toda la energía de su poesía, a denunciarlos, y dejará sus números y sus nombres clavados en la pared de la deshonra.
“Que sirva el odio para que no tiemblen las manos del castigo, que la hora llegue a su horario en el instante puro y los pueblos llenen las calles vacías con sus frescas y firmes dimensiones”.
Será el tiempo en que la poesía de Neruda llegue a todos los hogares del mundo, como llegará también la funda de pan: para nutrirnos; y penetre como rocío balsámico en lo profundo de la conciencia universal.
Será la hora del entendimiento, del derroche de energías positivas, la hora del derramamiento de la ternura, del verdadero cristianismo.
Que así sea.