Parte II
En el artículo anterior, presentamos datos básicos sobre el calentamiento global. En esta entrega queremos apelar a la razón de los lectores. Ciertamente, la catástrofe no es aún inminente, pero el tiempo de reacción es cada vez menor y debemos regresar a condiciones favorables por el bien de nuestro futuro, pues en la indiferencia tenemos poco que ganar y todo que perder.
Es preocupante ver que, según el World Energy Outlook 2014, el subsidio global de combustibles fósiles supera los 500,000 millones de dólares, y es cuatro veces mayor al destinado a las energías renovables. Por esto, no debe sorprender que la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha superado las 400 ppm (partes por millón). El libro Climate Shock nos cuenta que en el Plioceno (época geológica que finalizó hace aproximadamente dos millones de años) la atmósfera de la Tierra tenía concentraciones similares y ¡habían camellos en Canadá!
Asimismo, la Agencia Internacional de Energía (IEA) indica que, manteniendo todos los compromisos para la reducción de emisiones (a Julio del 2015), superaremos las 700 ppm en el 2100. Esto aumentará nuestras temperaturas entre 1.5-4.5 centígrados por encima de las temperaturas pre-industriales con al menos un 66% de probabilidades y una posibilidad del 10% de alcanzar y/o superar los 6 centígrados. Martin Weitzman, profesor de Harvard, en un cálculo que admite como conservador, indica que la pérdida económica de tales temperaturas sería de por lo menos un 8% del PIB global.
En Nueva York, en solo unos pocos años dos huracanes han desplazado a miles de personas, y cobrando vidas. Irene y Sandy dejaron 196 personas muertas. Este último causando daños superados los 50,000 millones de dólares. Hoy, en algunas regiones, es imposible asegurar propiedades en caso de catástrofes naturales debido a condiciones climáticas.
Aún los climas más cálidos provocarán enfermedades tropicales. Se perderán superficies terrestres debido a los niveles más altos del mar, pudiendo impactar el turismo, (destrucción de playas, manglares, arrecifes) y la agricultura. Además, podría haber una disrupción de la distribución de agua a ciudades y cultivos, costos más altos de electricidad para combatir las ondas de calor y una reducción importante de la producción agrícola nacional debido a sequías, agravando los daños causados por la tala indiscriminada de árboles en cuencas hidrográficas, la extracción desmesurada de arena en los ríos y la falta de una política agresiva de reforestación (regreening).
Los países más pobres tendrán daños acentuados. No obstante, hasta la economía más grande podría sufrir graves deterioros. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) advirtió que el costo de mitigar los efectos del cambio climático aumenta cada año. El mismo oscilará entre una reducción del consumo mundial de 1 a 3% para el 2030 y del 2 a 6% para el 2050.
Una solución factible es establecer un precio (tangible al público) a las emisiones de dióxido de carbono (CO2). El gobierno estadounidense calculó que cada tonelada de CO2 tiene un costo social, aproximadamente, de 40 dólares. El dinero recaudado podría subsidiar energías renovables. Además, podemos contar con la geoingeniería que desarrolla técnicas para reducir la concentración de gases invernaderos y, en consecuencia, la temperatura promedio del planeta. Por ejemplo, podríamos utilizar reflectores en el espacio para desviar los rayos solares.
Estamos ante un fenómeno masivo. Hasta el Papa Francisco dedicó su encíclica “Laudato Si” a este tópico. La inacción nos expondría a la paulatina extinción de especies animales y vegetales, incluyendo un gran coste de vidas humanas.
No obstante, el congreso de París en diciembre de 2015 año podría establecer las pautas hacia una mayor responsabilidad ambiental. El ejecutivo estadounidense recientemente desveló un plan que pretende reducir los niveles de emisión de carbón del 2005 de los suplidores de energía eléctrica en un 32%. La voluntad humana lo puede todo, así lo demostraron los habitantes de Tigray, que será el foco del próximo artículo.
Investigadores asociados:
Iván Kim Taveras
Víctor Nader Álvarez.