Por Wendy Berroa Hernández
Ser madre es uno de los privilegios más hermosos que podemos recibir del todopoderoso, es un regalo directo del cielo, la concepción vista desde cualquier plano es un milagro. Y es aún más asombroso ver como Dios a través de la ciencia, permite que muchas mujeres tengan la oportunidad de ser madre, que es un verdadero reto y a la vez una gran bendición.
Permitirnos cuidar, amar, guiar y alimentar a un ser humano indefenso, que depende de sus progenitores, para todo, es el privilegio más grande y maravilloso que una mujer puede tener.
Cuando nos preguntan ¿Qué estarías dispuesta a hacer como madre? La respuesta es todo… por mis hijos lo que sea, estaría dispuesta a morir por ellos, esa es la más común en escuchar y la que encierra un gran compromiso. Como madre este tipo de respuesta me da miedo… y es muy frecuente escucharla y darlas por buena y válida.
La biblia nos muestra historias de mujeres que dedicaron su vida, que entregaron hasta lo más valioso de ellas por tener un hijo. Una muestra es Ana, que entregó su vida en oración por la bendición de un hijo, sufrió afrentas por ser estéril, a tal punto que el sacerdote al verla orar en voz baja, llorando, solo moviendo los labios pensó que estaba borracha y le sugirió que fuera a su casa a esperar que se le pasara el vino. Y Dios le concedió a Samuel.
¿Qué hizo Ana?, se lo entregó a Dios en el templo y lo instruyó para que fuera un sacerdote de Dios.
Hoy entiendo que sigue siendo necesario, al igual que en los tiempos de Ana llevar a nuestros hijos en oración a Dios, no creo que morir por ellos sea lo idóneo, entiendo que lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos, es vivir, así como Ana, orar por ellos, cuidarlos, dejar de hacernos daño, dejar de tomar decisiones que les marcarán toda la vida, tratar de dejar los excesos, mostrarles que hay un camino, que nosotras podamos ser ejemplo, guiarlos por la senda de los valores, el respeto a las leyes, el amor al prójimo, enseñarles a ser honestos, responsables. Crearles conciencia de que todas nuestras acciones tienen consecuencias, buenas o malas pero hay consecuencias que solo la persona que infringe la ley va a pagar y que ahí como padres no les podremos acompañar, por más que nos duelan. Y con esto no quiero que pienses, que debes dejar de vivir, disfrutar tu vida como mujer, no, nunca te diría eso. Todo lo contrario, trata de ser feliz, de curar tus heridas, de sanar. De esta forma estarás en mejores condiciones para poder ayudar a crecer a tus vástagos. Como madre tenemos la responsabilidad de darles amor, confianza, seguridad. Porque de nada vale darle todo lo que quieran material, llenar sus vidas de detalles si al final, como dice la biblia pierden su vida.
Como madres somos esa luz que les ayuda a ver a través de nuestras experiencias el camino más viable, somos ese bálsamo que cura en los momentos de dolor. Somos esos brazos que sirven de refugio cuando hay temor, somos el lugar seguro y el amor incondicional. Enseñarles a honrar a su padre y a su madre que es el único mandamiento con promesa, para que sean de larga vida sobre la tierra.