Es importante dar valor a lo que somos en Cristo. No importa el tiempo que ha transcurrido desde que entregamos nuestro corazón al Señor. Esto tiene que estar presente siempre porque, si no, podemos familiarizarnos y olvidar de dónde Él nos sacó. Cuando esto sucede nuestro corazón se endurece y deja de ser agradecido, olvidándonos de la vida que llevábamos anteriormente y cómo Dios nos rescató.
El que está agradecido nunca olvida, y siempre encuentra un motivo para dar a conocer lo que el Señor hizo. Por eso David decía “Alma mía, alaba a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios”; pues cuando olvidamos perdemos la esencia de nuestra vida en Cristo, dejamos de reconocer a nuestro Salvador.
Por más que haya pasado el tiempo, nunca olvidemos, teniendo siempre presente el día cuando Jesús llegó a nuestra vida. De Él no haberlo hecho, estaríamos bajo el yugo de las tinieblas, en delitos y pecados. Ahora que somos libres ¿quién nos hará olvidar el poder que actuó para rescatarnos del mundo?
Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con Su sangre. Apocalipsis 1: 5