El que está bueno no forza

El que está bueno no forza

Orlando Jorge Villegas

El plebiscito que celebró Chile el pasado domingo para aprobar o rechazar una nueva Constitución, revive una frase muy común de nuestro país: “el que está bueno no forza”.

¿Por qué? El presidente Gabriel Boric, quien ganó las elecciones presidenciales de ese hermano país a finales del 2021, quiso posicionar una nueva Constitución como el gran logro de su gestión, que, a menos de un año, ya sufrió una derrota histórica. La opción “rechazo” (62%) superó ampliamente al “apruebo” (38%). El mandatario chileno quiso imponer una Carta Magna que llevaba a extremos absurdos. La mayoría de los chilenos se resistió, a pesar de que es importante destacar que en dado momento se había logrado un consenso en torno a la idea de lograr un nuevo documento.

Pero la “pela” que le propinó el pueblo chileno a Boric y su gobierno no devino solamente de las propuestas irracionales que llevaba el texto de una nueva Constitución. Fue una respuesta al cumulo de errores que viene cometiendo su gestión, principalmente en materia de seguridad ciudadana y un mal manejo de la situación económica.

Para junio del presente año, la tasa de rechazo del gobierno chileno y su mandatario rondaba por un 60%, según encuestas referidas por la prensa local. En julio, su tasa de aprobación era de un 24.2%. Para la misma fecha, un 55% manifestó desconfiar del trabajo que realizaba la Convención Constitucional (el equipo que preparaba el nuevo texto propuesto para ser evaluado en el plebiscito). Es impresionante ver como un mandatario que apenas tiene seis meses en el cargo, ha acumulado notas pésimas en la calificación de la ciudadanía.

Los puntos controversiales propuestos en el texto de la nueva Constitución que agudizaron la crisis fueron los siguientes: el establecimiento de Chile como un estado plurinacional; la creación de los pueblos originarios como un grupo privilegiado (esto implicaba la formación de autonomías territoriales indígenas y un sistema de justicia exclusivamente para esas comunidades); la falta de protección a la propiedad privada (un tema que desde la campaña afectó al hoy presidente Boric); la supresión del Senado; el aborto libre; entre otros.

Siempre he establecido que abrirse muchos frentes al mismo tiempo es un error que aplica tanto en la política como en la vida. El mandatario chileno optó por comenzar su gobierno abriendo una herida que cargan los chilenos, como lo es el deseo de una Constitución más adecuada a estos tiempos, enfrentando al mismo tiempo situaciones que afectan el día a día: la crisis económica y la seguridad.

Forzar escenarios que pueden esperar, sobre todo en momentos donde muchas conquistas han retrocedido por causa del covid y la guerra de Ucrania, es un error grave.

El rechazo a una nueva Constitución demuestra que el pueblo chileno prioriza su estabilidad. Esa estabilidad deseada refleja que los chilenos tienen una tendencia conservadora, pues prefieren mantener aquello que conocen, y que hay que reconocer, les ha funcionado, pues Chile en un momento era conocido como “el primer mundo” de América Latina.

Políticamente, estos resultados fortalecen a José Antonio Kast, ex candidato presidencial de la derecha, quien sin dudas jugó un gran papel promoviendo la opción “rechazo”. Su proyecto político se fortalece y constituye una amenaza para un Boric que ha improvisado.

Finalmente, ganó el sentido común. Ojalá Chile pueda volver a ser ese referente de país estable, económicamente sólido y sin resentimientos.