Por: Manuel García Arévalo
Recuerdo con nítida claridad cuando conocí a Bernardo Vega, hace ya unos 60 años. Fue en ocasión de una visita realizada por el profesor J. M. Cruxent, reconocido arqueólogo hispano-venezolano, a quien ambos acompañamos en una exploración espeleológica en busca de evidencias de asentamientos aborígenes y sus manifestaciones de arte parietal. Tanto Bernardo como yo, desde muy jóvenes, sentíamos gran atracción por las huellas del pasado prehistórico, raíz de una amistad que se ha robustecido con el paso del tiempo, estableciendo vínculos de colaboración en múltiples situaciones y proyectos, tanto en el plano cultural como empresarial.
Bernardo Vega Boyrie es un economista e intelectual multifacético y prolífico. A tono con su sorprendente erudición, ha gravitado en el acontecer nacional durante más de medio siglo en una amplia gama temática. Graduado de la Wharton School of Finance en la Universidad de Pennsylvania, a su retorno al país laboró en la Alcoa Corporation, en Pedernales, luego en la Secretaría de Finanzas (hoy Ministerio de Hacienda), de donde pasó a la Corporación de Fomento Industrial (CFI). Fue asesor del gobernador del Banco Central, jugando un papel relevante en la situación macroeconómica de entonces, ya que ingresó a esa entidad dos meses antes de la Guerra de Abril de 1965, cuando hubo de hacerse malabares para mantener a flote la economía y la estabilidad de la moneda nacional. Durante sus años en la entidad que traza la política financiera y monetaria del país, intervino en el diseño de reformas fiscales y arancelarias, al igual que en la creación de Fide e Infratur, fondos financieros básicos para el desarrollo industrial y el despegue de nuestra infraestructura turística, realizando publicaciones e informes sobre la administración de las finanzas públicas y el manejo de las empresas del Estado agrupadas en Corde, al tiempo de representar al país en congresos y conferencias internacionales.
Su vinculación con el Banco Central ha sido de 17 años. Tras fungir como miembro titular de la Junta Monetaria entre 1975 a 1981, fue designado gobernador de 1982 a 1984. Posteriormente, encabezó nuestra embajada ante la Casa Blanca durante los años 1997 y 1998. Cuando dirigía la institución rectora del sistema monetario y financiero del país, tuvo el acierto de publicar como editor Arte taíno (1983), una obra fundamental sobre el tema, en la que colaboraron el historiador Frank Moya Pons, el arquitecto Pedro José Borrell y el fotógrafo Onorio Montás. El libro está ilustrado con impresionantes fotografías en blanco y negro, y todavía es muy demandado por el público lector.
En su accionar laboral, Bernardo Vega fue asesor del Banco Popular Dominicano y consultor de varios consorcios empresariales. Fue también profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), además de presidir la Junta de Regentes del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec).
Es analista y comentarista de televisión sobre asuntos económicos y políticos. Fue director del diario El Caribe y es asiduo colaborador en otros medios impresos y televisivos. Sus artículos y comentarios son reveladores de un gran conocimiento de la realidad dominicana e internacional, que suele analizar con objetividad y enfoques novedosos.
Bernardo Vega ha dado muestras de una gran pasión por la historia, sin desdeñar un ápice los acontecimientos del presente. Es miembro de número y expresidente de la Academia Dominicana de la Historia. Su constancia y disciplinada vocación como acucioso investigador histórico lo han llevado a reunir más de una treintena de obras y numerosos ensayos sobre los más variados temas correspondientes a los períodos colonial y republicano, incluyendo nuestra historia diplomática.
Ha compilado la más extensa documentación sobre las relaciones de los Estados Unidos con la dictadura de Trujillo, publicada en una serie de volúmenes bajo el sello editorial de la Fundación Cultural Dominicana, institución creada por él, desde la cual ha desarrollado una labor notable en la edición de autores nacionales y extranjeros. Además, presidió la Sociedad Dominicana de Bibliófilos.
Sus obras han merecido varias veces el Premio Nacional de Historia Juan Pablo Duarte y ha ganado el Premio Nacional Feria del Libro «Don Eduardo León Jiménez» en el 2000 y 2005. Es autor de la novela Domini canes: los perros del Señor, que versa sobre un imaginario diálogo entre los dictadores Heureaux y Trujillo, llevada también al teatro. En el 2021 obtuvo el Premio de la Asociación de Estudios del Caribe por el mejor libro sobre historia de la región, titulado La cuestión racial y el proyecto dominicano de anexión a Estados Unidos en 1870.
Desde su adolescencia se vinculó al quehacer arqueológico bajo la orientación de su tío Emile Boyrie de Moya, fundador y primer director del Instituto Antropológico de la Universidad de Santo Domingo. Una vez creado el Museo del Hombre Dominicano en 1973, se sumó a título honorífico a su cuerpo de investigadores, que realizó una extensa campaña de prospección arqueológica, empleando técnicas sistemáticas de excavación en la geografía nacional, con el propósito de ampliar el conocimiento de los poblamientos aborígenes.
De este modo, la participación de Bernardo Vega ha sido determinante en el desarrollo de esta disciplina científica que estudia la materialidad del pasado. En 1978 fue designado director del Museo del Hombre Dominicano, cargo que desempeñó hasta 1982, dándole a esta entidad una nueva dimensión museográfica, científica y educativa, hasta que fue nombrado gobernador del Banco Central. A lo largo de esos años, logró convertir a ese Museo en el principal centro nacional de estudios antropológicos y sociales, con un gran prestigio en los medios académicos locales e internacionales.
Ha publicado nueve libros sobre Arqueología: Arte taíno, Pictografías (1976); Los metales y los aborígenes de la Hispaniola (1979); Los cacicazgos de la Isla Hispaniola (1980, traducido al francés por la Unesco); La herencia indígena en la cultura dominicana de hoy (1981); Santos, shamanes y cemíes (1987); Arte neotaíno (1987); La verdadera ubicación del Golfo de las Flechas (1992) y Las frutas de los taínos (1997).
Publicación esta última de gran calidad gráfica al incluir una colección de imágenes, en su mayoría estampas antiguas a color, de las frutas autóctonas de la isla Española. Sobre este tema versó su disertación de ingreso a la Academia Dominicana de la Historia en 1995, ocasión en la que tuve el honor de pronunciar el discurso de recepción a tan ilustre académico. Cual esclarecido sucesor de Teofrasto, discípulo de Aristóteles considerado en la antigua Grecia el «padre de la Botánica», Bernardo ponderó la importancia de las frutas en la dieta, las prácticas terapéuticas, la decoración corporal y la mitología de los grupos aborígenes.
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Durante su gestión al frente del Museo del Hombre Dominicano, Vega se propuso dotar al Departamento de Investigaciones de un equipo de especialistas bajo un enfoque interdisciplinario que, en adición a la Arqueología, incluyera las áreas de Antropología Física y Sociocultural, Biología, Paleontología, Palinología, Etnohistoria, Musicología y Lingüística, entre otras.
Con ese enfoque, el Boletín de la institución, editado entonces por el historiador José Chez Checo, se nutrió del aporte de estos investigadores especializados en diferentes campos del saber, convirtiéndose en un órgano difusor de gran prestigio académico. Además, se tradujeron al español numerosos trabajos de reconocidos viajeros y arqueólogos extranjeros, como fueron las investigaciones realizadas por el geógrafo alemán y cónsul inglés al servicio de la reina Victoria, Robert H. Schomburgk. Este naturalista publicó en el Journal of Ethnological Society of London, en 1851, un reporte de las pictografías de las cuevas del Pomier, en San Cristóbal, y la plaza ceremonial conocida como el Corral de los Indios, en San Juan de la Maguana.
Aporte
Además, se tradujo un estudio del arqueólogo danés Gudmund Hatt, quien trabajó en las Antillas durante la primera década del siglo XX. Lo mismo que varias de las investigaciones de Irving Rouse, de la Universidad de Yale, considerado entonces la máxima autoridad de la arqueología del Caribe. También se reprodujeron algunos de los informes realizados por los pioneros de la arqueología nacional, tales los casos de Narciso Alberti Bosch, Amado Franco Bidó y el profesor Félix M. Pérez Sánchez, director del antiguo Museo Nacional.
Otra de las preocupaciones de Bernardo fue dar a conocer el alcance artístico y bagaje cultural alcanzados por la sociedad taína. Con tal propósito, se organizaron varias exposiciones en museos del extranjero, como la instalada en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, que causó un gran impacto por la calidad de su contenido.
Entre los logros de Bernardo Vega, cabe destacar el hallazgo del único ícono o cemí taíno confeccionado en algodón, conservado hasta el presente, del cual apenas se conocían algunas referencias gráficas, publicadas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Tras una ardua pesquisa en los registros de museos y colecciones de antigüedades amerindias, Vega logró su ubicación. Ello ha permitido conocer en profundidad, dentro de su contexto cultural, esta deidad taína de carácter funerario, vinculada al culto a los ancestros. Actualmente, el cemí de algodón pertenece a la colección del Museo de Antropología y Etnografía de la Universidad de Turín, en Italia. Y por su gran simbolismo cultural ha sido solicitado por el Gobierno dominicano, en calidad de préstamo temporal, para ser exhibido oportunamente en el Museo del Hombre Dominicano.
Por otra parte, durante la gestión de Vega, que duró cinco años, se intensificaron los programas de excavaciones arqueológicas, no sólo en los yacimientos aborígenes sino también en los sitios indo-hispanos y coloniales. En muchos de estos trabajos de campo participó activamente el propio Bernardo, como fueron las prospecciones realizadas en la escarpada sierra del Bahoruco tras la huella del cacique Enriquillo y los manieles o palenques de esclavos cimarrones, donde Lemba y otros aguerridos líderes rebeldes se establecieron para evadir la persecución de las cuadrillas enviadas por las autoridades coloniales a rastrear a los esclavos fugitivos. Un aspecto que caracterizó su administración en el MHD, fue la amplia visión en torno a la diversidad sociocultural del perfil multiétnico del pueblo dominicano, en particular lo referente a los aportes y tradiciones de origen africano.
A este respecto, en la presentación de la obra La esclavitud del negro en Santo Domingo (1492-1844) de Carlos Esteban Deive, publicada en dos volúmenes por el Museo del Hombre Dominicano, en 1980, el licenciado Vega subrayó lo siguiente: «Como nuestra cultura surge y se forma a partir de antepasados indígenas, europeos y africanos, el estudio de la esclavitud de los últimos durante el período colonial es de particular importancia para una institución que, como ésta, tiene como meta el conocimiento del hombre dominicano actual. Aparte de su valor intrínseco, la obra de Deive se incorpora a otras actividades desarrolladas en los últimos meses por este Museo y que se relacionan estrechamente con el tema afro-dominicano, como la inauguración de la sala titulada Presencia africana en Santo Domingo -de carácter permanente y parte sustancial de la museografía de nuestro centro- y la publicación de una serie de libros y artículos sobre etnomusicología y religiosidad popular, actividades todas indicativas de la alta atención que venimos prestando a dicho tema.»
La visión de una identidad nacional sin exclusiones, dio lugar a una serie de conferencias dictadas por Carlos Esteban Deive, José del Castillo, Carlos Dobal, Frank Moya Pons, Ruben Silié y el propio Bernardo Vega. Estas contribuciones fueron publicadas en Ensayos sobre cultura dominicana (1981), obra icónica que ha merecido varias reediciones y su traducción al inglés, en cuya introducción Vega resalta lo siguiente: «Cuando el Museo del Hombre Dominicano invitó a seis conocidos investigadores a dictar las conferencias aquí recogidas, lo hizo con un propósito muy definido: obtener el aporte intelectual necesario para poder luego preparar cambios importantes en su museografía permanente. En efecto, era generalmente admitido que aquella parte de su exhibición relativa a la etnografía, en su cuarto piso, necesitaba de importantes alteraciones para que reflejara fiel y, al mismo tiempo, didácticamente, todos aquellos elementos culturales que han contribuido a conformar al hombre dominicano de hoy. Mal puede llamarse Museo del Hombre Dominicano si no explica, en términos antropológicos y etnográficos, por qué y cómo es ese ´hombre´.»
Una buena parte de los trabajos arqueológicos, espeleológicos y etnográficos realizados por este investigador se encuentran en el libro Santos, shamanes y zemíes, que contiene ensayos sobre diversos temas, entre los que sobresalen: el simbolismo celestial atribuido por los taínos a los guaníes de metal, las expresiones del arte rupestre, las demarcaciones de los cacicazgos, la relevancia del lambí en la dieta aborigen, la pervivencia del legado prehistórico en la cultura criolla y la importancia de la arqueología submarina en los rescates de los galeones coloniales, entre otros. Al hacer la presentación de esa obra, Marcio Veloz Maggiolo, pondera del autor lo siguiente: «Bernardo Vega tiene el raro don de manejar quehaceres culturales muy diversos. Antes de hacerse economista se había nutrido de las inquietudes y ambiciones culturales de quien fuera uno de los pioneros de la arqueología científica en el país: su tío el Ing. Emile Boyrie de Moya. Por los caminos de la Arqueología, que retomó una vez hubo retornado de su estadía en varias escuelas y universidades de Inglaterra y los Estados Unidos, Bernardo entró nuevamente en contacto con un mundo fascinante: la reconstrucción del pasado más antiguo, la Arqueología. Esta vez su acercamiento a esta ciencia social se hacía como parte del entusiasmo que suscitaba la creación del Museo del Hombre Dominicano, y las investigaciones que se realizaron antes y después de su inauguración y en las que muchos de los nuevos investigadores arqueológicos del país participaron junto a Vega». A lo cual agrega Veloz Maggiolo que: «el economista Bernardo Vega, salía de sus despachos y oficinas para calzar botas y desentrañar con el pico y la pala el mundo subterráneo en donde un pasado latente entre restos de alimentos y viejos enterramientos aborígenes, anunciaba el marco y las referencias de sociedades cuya documentación se había perdido. Sin dudas en este aspecto Vega ha sido también un notable profesional; así lo consideramos quienes compartimos con él el trabajo de campo y el de archivo.»
Otro rasgo que caracteriza la personalidad de Bernardo Vega es su afición a los viajes como una forma de ampliar sus conocimientos y entrar en contacto con diferentes pueblos y manifestaciones culturales alrededor del mundo. Tal es el caso de su excursión para conocer las comunidades tribales de Papúa en Nueva Guinea. Al igual que las pequeñas islas de Polinesia, que Irving Rouse tomó como ejemplo para comparar las rutas de migración de los grupos arahuacos a las Antillas. Sobre este aspecto, Veloz Maggiolo ha referido que «Bernardo es un hombre de vasta cultura. Sus viajes al exterior jamás han sido del todo turísticos y su retorno al país cargado de documentos, fotografías etnográficas, listas de almacenes en donde se pierden piezas arqueológicas importantes del Caribe y de Santo Domingo, muestra que el “vicio” del saber y del “conocer” conformó desde siempre su temperamento organizado y su forma precisa de planificar, manía que en él es una característica definitoria.»
Como se aprecia, la gama que cubre la experiencia de campo y la ardua labor de investigación de este reconocido economista, historiador y arqueólogo es tan amplia como diversa. Y es obvio que el limitado tiempo asignado para hacer esta semblanza no nos permite desglosar en toda su extensión y profundidad el contenido de su obra antropológica.
Lo mismo podemos decir acerca de la permanente contribución que, de forma desinteresada y entusiasta, ha ofrecido Bernardo Vega Boyrie por espacio de medio siglo a la consolidación institucional del Museo del Hombre Dominicano y al fortalecimiento de su misión científica y educativa. Por todo lo cual, el Ministerio de Cultura y el Museo del Hombre Dominicano le han dedicado este VIII Congreso de Arqueología, en reconocimiento a sus múltiples aportes para rescatar y valorar los fundamentos étnicos que conforman la identidad nacional.