El renunciante

El renunciante

Claudio Acosta

¿Es la renuncia de Rafael Paz, excandidato a senador por el Distrito Nacional, un síntoma revelador de un malestar profundo provocado “por una cúpula impermeable” que se resiste a la renovación que regrese al PLD al cauce perdido, el que quiso trazarle su ideólogo y fundador, el profesor Juan Bosch?

La pregunta, y muchas otras interrogantes, andan de boca en boca en tertulias radiales y mentideros políticos desde que se hizo pública la renuncia del hasta ayer miembro del Comité Político, una “cara nueva”, joven y fresca con la que se quiso llevar aires de cambio y renovación a la cúpula peledeísta.

Es evidente, por las razones expuestas por el renunciante, que ese intento de renovación fue solo cosmético, para cubrir las apariencias frente a la opinión pública, y de ahí nunca pasó.

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Algo de lo que parece estar perfectamente consciente el joven político, quien en su carta de renuncia señala, como si creyera necesario hacer la precisión, que la verdadera renovación, mas que presentar ante la sociedad caras nuevas, requiere de apertura e incorporación de nuevas ideas. “Si esto no ocurre, uno se limita a ser, como diría el trovador, un simple servidor de pasado en copa nueva”.

Lo que mucha gente se pregunta ahora es si Rafael Paz seguirá el mismo trillo de otros renunciantes del partido morado que han encontrado en la Fuerza del Pueblo del expresidente Leonel Fernández, que los ha recibido con los brazos abiertos y una sonrisa de oreja a oreja, su destino natural, un lugar para reencontrarse con los compañeros de tantas luchas y afanes partidarios.

Pero si es verdad, como afirma en su carta, que se va del PLD porque no quiere continuar sirviéndole a un pasado que se resiste a cambiar, para no ser un instrumento “de los que tienen como herramientas principales la mentira, el engaño, la manipulación y la simulación, todo con el fin único de llegar o mantenerse en el poder”, ni siquiera debería mirar para allá.