El retrato de la cara

El retrato de la cara

Todo el mundo conoce la novela de Oscar Wilde titulada: “El retrato de Dorian Gray”. Los personajes principales son: Lord Henry Wotton, amigo del pintor Basil Hallward, quien ha conocido a un bien parecido joven llamado Dorian Gray, del cual decide hacer un retrato. Una vez terminada la pintura, Dorian se dijo: “este cuadro permanecerá siempre joven. Nunca será más viejo de lo que es este día concreto de junio… ¡Si pudiera ser lo contrario! ¡Si fuera yo quien permaneciera siempre joven y el cuadro tuviera que envejecer!”. Termina declarando que daría cualquier cosa por conservar su juventud, belleza, lozanía; incluso “daría mi alma”.
Para los lectores de esta nota lo esencial es recordar que los cambios morales que ocurrían en el alma de Dorian Gray, se reflejaban en el cuadro y no en la cara del propio Dorian. Pasaba el tiempo y él continuaba joven; pero no así el cuadro, que registraba modificaciones de la expresión que “denunciaban” las transformaciones de su interior. Siempre se ha dicho que los ojos son “espejos del alma”; que los labios apretados en una mueca dolorosa, revelan frustraciones domésticas e insatisfacciones profundas. Personas con éxito, profesional y económico, llevan en la cara retratado el fracaso intimo de sus vidas.
La alegría de vivir sale por la voz, se nota en los movimientos del cuerpo, en la posición de los labios y, desde luego, en ojos y párpados. Las personas “que trabajan en las cosas que les gustan” –en asuntos que cuadran con su vocación-, por lo general, reflejan ese gozo por la vida. Obviamente, eso no los vacuna contra la enfermedad y la muerte, pero los mantiene “al borde de la risa”, les preserva el apetito y les garantiza un tranquilo sueño “sanitario”.
He podido conocer varios casos de hombres públicos que, al entrar en la madurez, el rostro se les vuelve una máscara de la selva negra. Parecen estragados por su propio éxito; o más bien por “los insumos” empleados en alcanzar el éxito. Sinvergüencerías, trampas, artimañas, embustes, simulaciones, tal vez produzcan contracciones espasmódicas del estómago; a la larga, esas convulsiones repetidas afectan los músculos faciales. A las caras les sucede como al retrato de Dorian Gray.

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