Es un semidiós. O al menos eso es lo que cree él. Está convencido de que porta partículas divinas, genes celestiales.
Se hace tratar como si no perteneciera a este mundo, como si superioridad respecto al resto (no sabemos si de los habitantes del planeta o sólo de su país) fuera evidente, inexorable.
Nadie puede sobrepasarlo. Literalmente. Así que todo el que se acerca a él, debe hacerlo hincado o arrodillado.
Cuando se sienta todo se complica: directamente deben arrastrarse ante él. A Rama X esto le parece lo más normal del mundo, es lo que ha sucedido a su alrededor desde que tiene conciencia.
Hoy cumple 70 años. Pero parece mucho menos. Tal vez, no haber trabajado en toda su vida colaboró. Desde hace cuatro años es el Rey de Tailandia.
Su nombre es Maha Vajiralongkorn Bodindhorndevarangkul. Pero llamémoslo Rama X, su apelativo monárquico. La X deriva de ser el décimo de su monarquía, la Chakri.
Se trata quizá del monarca más excéntrico del mundo. En su historia conviven las esposas sucesivas, las consortes y las concubinas: tres categorías diferentes, una especie de harén moderno.
También los actos de cobardía, los dispendios insólitos, las irresponsabilidades, lo estrambótico, la humillación a su pueblo y los actos despóticos.
Hay también corrupción, abusos, pornovenganza, crímenes y violaciones a los derechos humanos.
Educado en los mejores colegios ingleses, el actual rey fue siempre díscolo y propenso a llamar la atención. Sus peleas en el colegio eran épicas y se movía como un matón que no debe explicaciones a nadie ni está obligado a respetar ninguna norma.
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Siempre acompañado por asistentes y guardaespaldas, uno de ellos tenía casi como única función sostenerle los libros y útiles escolares y atarle los cordones de los zapatos, manualidad que Rama X nunca se molestó en aprender porque confió en que siempre iba a tener a su lado quien lo hiciera por él.
Esperó mucho tiempo ser coronado. Su padre, longevo, fue monarca durante 64 años. Mientras tanto su hijo disfrutaba de los beneficios de la fortuna y la impunidad del poder para vivir despreocupadamente.
El rey Bumibhol era adusto y mesurado, no incurría en el exhibicionismo e intentaba que su figura se mantuviera prístina ante los ojos de su pueblo.
La gente lo quería, lo sentía cercano a él pese a que no solía mezclarse con ellos y que sus bienes sumaran los 30.000 millones de dólares, una de las mayores fortunas del mundo.
Bhuminol tuvo otra opción. Durante un largo tiempo pensó nombrar como sucesora a su hija, a la hermana de Rama X.
La princesa es querida por el pueblo, no es ostentosa y parece prudente y razonable. Pero el rey no quiso ser sucedido por una mujer, ni siquiera por su hija.
Aquellos que creyeron que Rama X se iba a dedicar a la vida loca, a las trivialidades y nada más, se equivocaron.
Naturalmente que sigue dándose cada gusto y actuando según sus caprichos. Pero, pese a los pronósticos, no se mostró prescindente en la vida pública de su país.
Él no habla con el pueblo como si lo hacía su padre pero interviene (arbitrariamente) de una manera muy activa en la política de su país. Armó un inmenso ejército personal de alrededor de 5.000 oficiales y soldados que lo obedecen ciegamente.
Y muchas de las riquezas de su país las convirtió en riquezas personales. Al llegar al trono no sólo ocupó el sitio de su padre sino que heredó sus bienes.
Los especialistas están convencidos que el saqueo que él y sus hombres llevan a cabo desde hace cuatro años hizo crecer muy rápido los 30.000 mil millones heredados.
Al contrario de lo hecho por su antecesor, él intenta cerrar la vía democrática y transformar a Tailandia en una monarquía absoluta, es decir hacerla retroceder casi ochenta años.
El recato de Bhuminol se traducía también en el respeto público a su esposa Skirit. No había consortes, ni concubinas pululando a la vista del pueblo.
La monogamia era un mensaje que esperaba que escucharan los tailandeses y también su hijo, el futuro sucesor.
La reina Sirikit, madre de Rama X, lo había explicitado: “Mi hijo es un buen estudiante, buen chico, pero las mujeres le encuentran interesante y él las encuentra aún más interesantes. Es un poco Don Juan. Pero si los tailandeses no aprueban su conducta, tendrá que cambiar o abandonar la familia real”.
Apenas comenzó la pandemia de coronavirus, varios males se abalanzaron sobre Tailandia. El turismo, la principal fuente de ingresos del país, desapareció. Durante meses los aeropuertos estuvieron desiertos.
Eso provocó que el PBI cayera más de 10 puntos. De la crisis sanitaria no se sabe demasiado. Según los datos oficiales las víctimas no superaron el centenar pero nadie cree demasiado en esos números.