El merengue es, sin duda, una música característica de los dominicanos; el llamado “perico ripiao” se reputa el conjunto típico nacional. Tambora, güiro y acordeón, son instrumentos musicales que subrayan los componentes étnicos de nuestra población: tambora africana, güiro taíno, acordeón europeo. El merengue, como es bien sabido, tiene melodía hispánica y acompañamiento africano, dos elementos básicos de nuestra identidad cultural. Hispanidad y africanía conviven fundidas en la realidad histórica y artística del merengue tradicional. Grandes pintores dominicanos han recreado imágenes de las fiestas dominicanas, especialmente en las zonas rurales. En todos ellos están presentes estampas del merengue y del mestizaje.
También los poetas han “tocado” el merengue como tema esencial de la dominicanidad. Los pintores pintan güiros, acordeones y tamboras; los poetas bailan la música del merengue y extraen del ritmo inesperadas interpretaciones sociológicas. La atmósfera creada por los pintores incluye bebidas, comidas y amores, en torno del merengue. Logran transmitir el espíritu “dionisiaco” de las fiestas dominicanas, al mismo tiempo que el colorido propio de la vegetación tropical o el encanto de las mujeres mulatas. Miseria y grandeza, belleza y tristeza, emergen de estos cuadros costumbristas con acordeones y tamboras. El sabroso merengue, que procede del “chenche matriculado, es una síntesis de nuestra historia política.
Franklin Mieses Burgos escribió “Paisaje con un merengue al fondo”; no puedo decir si los pintores influyeron sobre el poeta o el poeta influyó sobre los pintores. Lo cierto es que tanto poetas como pintores llevan el merengue en el fondo de los huesos. “Compadre Pedro Juan”, de don Luis Alberti, es una suerte de himno popular en la República Dominicana. Es también el autor de “El sancocho prieto”, un viejísimo merengue.
Músicos, pintores y poetas, son todos “merenguistas” porque son dominicanos. La UNESCO tendrá que reconocer, finalmente, esa realidad “musical y danzaria” de la RD. Mieses Burgos nos dice: “lo mismo que dos tensos bejucos enroscados/ bailemos un merengue:/ un furioso merengue que nunca más se acabe”. También se pregunta en el poema: “¿Que el acordeón y el güiro han sido los peores/ consejeros agrarios de nuestros campesinos?”/ Al concluir su hermoso poema, FMB repite: “bailemos un merengue…/el furioso merengue que ha sido nuestra historia”./