Desde que unos sicarios asesinaron al presidentes haitiano en julio del 2021, los habitantes de la isla no han tenido un momento de sosiego, viviendo todos en la angustia de ver alterada su acostumbrada indolencia de vida donde el trato entre los dos pueblos tan disímiles conviven en obligada confraternidad.
Todo se alteró en Haití con la muerte de Moïse y la anarquía se destapó de inmediato en las calles de Puerto Príncipe tomadas por las bandas armadas que organizadas de inmediato iniciaron sus atracos, secuestros, destrucción de la propiedad privada, quema de neumáticos con sus asaltos, extorsiones y secuestros en que los delincuentes exhiben armas modernas que llegan de la Florida financiadas por una clase económica que solo saben vivir en el caos y vienen a descansar y protegerse en Santo Domingo en sus bien protegidos resorts.
Pero la situación de la isla ha ido escalando otros niveles de angustias con un temor difuso que se incrusta en los cerebros dominicanos que desde hace años no estamos acostumbrados a ese tipo de relaciones agitadas y a la espera de desenlace mortal fruto de la desesperación de un pueblo que no tiene salida a su indigencia y con recursos alimenticios cada vez mas menguados.
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Sin embargo el pueblo haitiano resiste en suelo y obtienen precariamente sus alimentos de la tierra. De seguro que en su sentir no figura la famosa hambruna que se vaticina y que arrasaría con el país de oriente. Y ese país de oriente es próspero y avanzando en un sólido proceso de desarrollo y cada vez mas empresas para abastecer tanto los mercados de la isla como de las islas vecinas.
Los dominicanos avanzan en un admirable desarrollo sostenido, solamente amenazado por las calamidades políticas de Haití.
Pese a esa pobreza realizan semanalmente millonarias transacciones comerciales en los mercados fronterizos establecido en las poblaciones dominicanas de Dajabón, Bánica, Comendador, Jimaní y Pedernales. De ahí se enriquecen los comerciantes e industriales que abastecen masivamente con sus producciones que llenan semanalmente las calles de esos pueblos con sus productos que salen de la agricultura e industrias dominicanas.
El espíritu bélico de los dominicanos se ha despertado. Ya quisiéramos vernos los que tienen edad para ello con el arma terciada en el pecho para hacerle frente a las hordas de occidente desesperadas y hambrientas que podrían destruir lo que se ha logrado en los últimos cien años. Desde que se le dio inicio a la ultima dictadura que amansó la belicosidad de todos los isleños. Y es que nos vimos atenazados por un puño de hierro obligándonos a una paz impuesta y apaciguando la belicosidad efervescente de todos los isleños.
Todavía la sensatez predomina en los isleños y dominará el buen juicio para evitar desagradables aventuras de gente que solo saben vivir en el caos. Ya quisieran que la precaria paz que vive la isla sea interrumpida y mancillada por el desespero y rabia de la gente cuando se le ve afectada en sus intereses y las hordas de occidente junto con los dos o tres millones que ya viven se podría aquí buscar y producir un cataclismo abrasador que nos lleve a un colapso de las civilizaciones de ambos pueblos.