Nueva York– Nada más se necesita un palo de escoba como el bate de béisbol y la tapa grande de una botella de agua como pelota. Se llama «vitilla», el popular deporte callejero en la República Dominicana, uno que esencialmente todo pelotero en el país ha practicado.
Y, desde el domingo, uno de sus mayores discípulos quedó entronizado en el Salón de la Fama del Béisbol. Vladimir Guerrero, el primer jugador de posición dominicano con una placa en Cooperstown, nunca se cansará de dar crédito al juego de la vitilla por su prodigiosa capacidad de bateo – 449 jonrones y 2.590 hits en 16 años de carrera.
«Es como el cricket y lo jugué mucho desde niño», dijo Guerrero a The Associated Press en una entrevista. «Mi swing se debe a toda esa práctica en la calle. Es muy fácil de jugar».
Con sus largos brazos y rápidas muñecas, Guerrero se ganó una reputación de habilidoso bateador de lanzamientos malos. No perdonaba nada, ni siquiera una bola que picaba frente al plato. El ejemplo más célebre fue el 14 de agosto de 2009.
En un partido de sus Angelinos de Los Ángeles en Baltimore, la punta del bate de Guerrero conectó un lanzamiento muy bajo del pitcher de los Orioles Chris Tillman. Como un globito, Guerrero depositó la bola en lo corto del jardín derecho para un impensable hit y luego llegó a segunda por un error.
«A veces pensaba que los pitchers me hubieran sacado out más fácil tirándome por el medio», bromeó Guerrero. Temprano en su carrera, los coaches de Guerrero aprendieron a dejarlo quieto con su inusual técnica. Mejor era permitirle que fuera lo más natural posible. Alguien que bateaba sin ponerse guantes.
Fue la mejor decisión, y esa pureza de su juego le permitió ser tan admirado por todo el mundo, uniéndose a los lanzadores Juan Marichal y Pedro Martínez para incrementar la presencia dominicana en el Salón de la Fama. Impulsivo en la caja de bateo, 126 de sus 449 jonrones fueron ante el primer lanzamiento y se llevó 985 ponches en 8.155 turnos. Por su timidez, Guerrero fue apodado como «El Mudo».
También por su reticencia a dar entrevistas, ya que nunca dominó el inglés. Aludió a ello su discurso en español en la ceremonia de exaltación «No hablaba mucho y decía que el bate hablaba por mí», dijo Guerrero. «Pero ya no juego y debo hablar.
Estoy feliz de hablar con ustedes». Aunque no pudo alcanzar los hitos de los 300 jonrones y los 3.000 imparables, Guerrero compiló un excelso periodo tope de 10 años entre 1998-2007, en el que promedió 35 cuadrangulares y 114 carreras. No falló en batear para .300 entre 1997 y 2008, remolcó 100 o más carreras en 10 campañas y alcanzó al menos 30 jonrones en ocho ocasiones. También ganó el premio al Jugador Más Valioso en 2004, su primera temporada con los Angelinos tras irse de los Expos de Montreal como agente libre.
Durante el fin de semana en Cooperstown, el pueblo en el norte del estado de Nueva York donde se encuentra el recinto de los inmortales, Guerrero estuvo acompañado su hijo, Vladimir Jr., considerado el mejor prospecto en las ligas menores con los Azulejos de Toronto. Apenas tiene 19 años y está tocando las puertas de las mayores.
El hijo es otro prodigio de bateador, uno con un promedio de .401 en 247 turnos este año. Sin embargo, pero el padre dice que el hijo se moldeó con otras características. «No somos iguales. Él coge más bases por bolas que yo. Busca más pitcheos», dijo a AP. «Me gusta que sea así».