En las reflexiones de este primero de mayo, fecha que no debe limitarse a las felicitaciones a los trabajadores muy merecidas por sus aportes a la producción, descuellan las muy pendientes reformas a la legislación que rige sus relaciones con el empleador; un reto dictado por innovaciones que reclasifican tareas e incluyen categorías y nomenclaturas en el funcionamiento industrial y de servicios que no aparecen en el Código referencial. Cambios imprescindibles para dejar atrás las capacidades que de ordinario servían para ganarse la vida y caducaron en un mundo de predominios electrónicos que extinguen empleos tradicionales al demandar destrezas que las masas laborales deben adquirir con urgencia. Ahora o nunca para esas colectividades que al ser desplazadas por impericias elevan el desempleo y las conduce a desempeños de baja calidad y salarios cuando aparece algo que hacer.
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La recomendación más urgente socialmente para el Estado es expandir hacia jóvenes y adultos los conocimientos de nivel técnico que el mercado ha pasado a requerir sabiéndose que el país tiene urgencia de especializar recursos humanos para un creciente número de inversiones, locales y del exterior, a los que estudios de factibilidad pronostican dificultades para llenar las plazas que abrirían. Sigue crecida la franja poblacional de jóvenes que no estudian ni trabajan aunque la inversión pública para hacerles productivos ha crecido notablemente sin ser suficiente y la informalidad sigue demasiado alta en el país.