Más que una mera tradición, debemos considerar la ocasión de la Navidad como una oportunidad para permitir que la luz del evangelio alumbre en nuestros corazones.
Decía el apóstol Pablo: el dios de este mundo les cegó el entendimiento, (a los incrédulos) para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios (2 Corintios 4:4).
Cerca de dos mil años atrás, a un grupo de pastores que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño, se les presentó un ángel del Señor. Y cuentan que la gloria del Señor los rodeó de resplandor. (Lucas 2:9).
El acontecimiento no era para menos; había nacido en la entonces ciudad de David, hoy conocida por Belén, en Israel, un Salvador, conocido como el Cristo, el Señor, Hijo de Dios.
Y se afirma que había gran gozo, que se aparecieron multitudes de huestes celestiales, para alabar a Dios, y decían: Gloria a Dios en las alturas y la tierra paz, buena voluntad para con los hombres, nos cuenta el libro de Lucas, en las Sagradas Escrituras.
Cuenta la Biblia que en Dios estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandeció y las tinieblas no prevalecieron contra ella. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre venía a este mundo; y esa luz es Jesucristo, el Hijo de Dios. (Juan 1:4-5).
La Navidad no se trata solo de intercambio de regalos, de fiestas y banquetes. Es más que eso. Ni siquiera deberíamos hacerlo un día o una vez cada final de año. Deseamos celebrar la encarnación y el nacimiento del Señor Jesucristo cada día, al dejar que el sea un ejemplo para nuestra vida cotidiana.
La Navidad es cuando se recibe la luz de Jesús en el corazón, que se hace participe del propósito de Dios por el cual lo mandó al mundo: redimirnos y perdonar nuestros pecados; darnos paz, gozo y justicia.
Cristo es la luz del mundo; y cuando se le adora mediante su ejemplo, imitando su carácter, aceptando la palabra de Dios, y dejando que nos ayude a moldear nuestras relaciones con los demás, en humildad, dominio propio y verdad; ya así estamos celebrando la Navidad.
En tiempos difíciles, en donde la maldad se ha aumentado y el amor de muchos se ha ido enfriando, hay que permitir que la luz de Cristo brille en nuestros corazones; aumentar nuestra fe en él; meditar en su ejemplo; y que no se apague la luz de la esperanza, la paz y el amor.