El ser nacional se desmorona

El ser nacional se desmorona

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

La Constitución de San Cristóbal, 6 de noviembre de 1844, estableció la división de clases en la República Dominicana, al separar a los ciudadanos con derecho a elegir y ser elegidos de los que no tenían ese derecho fundamental. Para ello consignó la Carta Magna que solo tenían derecho a ser candidatos los profesionales, los oficiales de las Fuerzas Armadas y los terratenientes.

Así comenzó la República discriminando a los ciudadanos en ciudadanos de primera y los otros.

La mentalidad que creó esa división se ha mantenido a lo largo de la vida republicana una y otra vez, en el campo de la educación, en el campo del Gobierno, en las artes, y, especialmente, en el manejo de los fondos públicos.

Ello así, porque los grandes contratos de obras públicas son reservados para las grandes empresas mediante reglas estrictas que imponen exigencias que no pueden ser ejecutadas por los ciudadanos del común. Todo está organizado en función de tanto tienes tanto vales. Esa división de clases, constitucionalizada desde 1844, se mantiene de nadie sabe cuántas maneras diferentes, incluyendo el acceso a la educación de calidad.

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Las estadísticas son constantes, en especial luego de la muerte de Trujillo pues, aunque pueda parecer extraño la escuela de entonces enseñaba lo mismo, fue la escuela organizada por el maestro Hostos, con las pinceladas incluidas por el maestro Pedro Henríquez Ureña.

Curiosamente fue durante la Era de Trujillo cuando se impuso en la escuela nacional el canto escolar con composiciones musicales inspiradas en poemas que describen la flora, la fauna, las aves, los frutos, las frutas, como un modo de hacer que los niños conocieran la naturaleza del campo y de la producción agropecuaria como parte de la identidad nacional.

Ese mismo volumen “La Patria en la canción” contiene himnos patrióticos que contribuyen al conocimiento e identificación de las grandes batallas libradas por el pueblo dominicano para su liberación, su independencia. Cada una de esas batallas fue objeto de un encendido poema donde la palabra adquirió el brillo de las victoriosas hazañas bélicas.

El poeta exaltó los nombres de los grandes hombres de la Patria, quienes en distintas épocas mostraron no solo el tamaño inconmensurable de sus acciones, sino también como hicieron realidad el sueño de una Patria libre y soberana, como la del 27 de febrero de 1844 y la del 16 de agosto de 1863. En las gestas de hombres como Duarte, Mella, Sánchez y Luperón, brillaron la grandeza de sus hazañas de armas y de pensamiento.