Argos, Grecia. Discretamente, un grupo de simpatizantes de Syriza hace campaña en Argos, en el Peloponeso griego. Defienden el «no» en el referendo del domingo, para terminar con cinco años de austeridad y crisis, pero para los partidarios del «sí» la verdadera pregunta es muy diferente: euro o dracma.
«Va a ganar el sí, porque la gente tiene miedo. La gente quiere el euro y no el dracma, porque entonces su dinero tendría el valor del rublo.
Por eso quiero el sí», cuenta a la AFP la pensionista Magdalini, en la puerta de un supermercado. «Personalmente voy a votar no, porque esta consulta no va a determinar si seguimos en Europa», contesta Litsa, una joven profesora desempleada simpatizante de Syriza. Situada a 130 kilómetros al suroeste de Atenas, la localidad de Argos, con unos 20.000 habitantes y rodeada de olivares y campos de naranjos, es una de las muchas ciudades medianas del país que pesarán en el resultado del domingo.
Las opiniones de sus habitantes reflejan el debate que divide a los griegos desde que el primer ministro izquierdista Alexis Tsipras anunciara el referendo el viernes por la noche. Si el país saliera del euro, «perderemos nuestros empleos, perderemos todo, la situación es realmente crítica», sostiene una empleada de una tienda de bisutería, precisando que desde el sábado «no entra nadie» en su local y que si las cosas van muy mal está dispuesta a emigrar a Canadá, donde tiene familia.
«El sí es sinónimo de futuro, estamos hablando de nuestro espacio geográfico. Europa es nuestra patria. ¿Con quién vamos a irnos si salimos de Europa? ¿Con Venezuela, con los antiguos países comunistas?», abunda Costas Golemis, otro jubilado y ex propietario de una empresa de mármol. Golemis no esconde su indignación con la decisión del primer ministro de convocar un referendo el 5 de julio sobre las condiciones de los acreedores del país para mantener su financiación.
«El primer ministro recibió recientemente un mandato para resolver los problemas de Grecia. Desgraciadamente, este primer ministro cobarde intenta trasladar la responsabilidad al pueblo griego para saber lo que tiene que hacer en su propia casa», añade. Pero del lado de Syriza, la respuesta es firme: la idea de que el referendo es sobre la permanencia en el euro es «inaceptable», «un chantaje», en palabras de Dimitris Kodelas, diputado de Syriza por la provincia de Argólida.
«La pregunta planteada por el gobierno está clara: ver si aceptamos o no el acuerdo del Eurogrupo y de (el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude) Juncker, que conduciría al país a una catástrofe peor que la que hemos vivido estos cinco años», por la mayor carga impositiva que prevé, entre otras cosas.
«A Europa sólo le interesa el dinero y no la productividad. Quieren empobrecer el Sur. Los jóvenes estudian aquí, y luego se van a trabajar a Alemania. ¡Queremos una Europa democrática, no una Europa que nos aplaste!», clama, junto al diputado, Costas Deligiannis, otro simpatizante de Syriza, en torno a un puesto con pasquines favorables al «no» montado en la plaza central de Argos.
Pese a este choque frontal en su interpretación política del referendo, los partidarios del «no» en Argos coinciden sin embargo con sus detractores en una cosa: todos quieren el euro. «La cuestión no está en saber si seguimos en el euro o en Europa, sino en cambiar la situación económica de Grecia», afirma Litsa. La austeridad «no es una solución», insiste.
«El gobierno no nos sacará del euro, no quiere ni le conviene. El país necesita una quita de la deuda, para poder respirar», abunda el taxista Tasos, de 55 años. «La deuda acumulada estos años no era para apoyar a los griegos, era para los bancos» y demás acreedores del país, apostilla.