Epicuro: La arquitectura de la felicidad

Epicuro: La arquitectura de la felicidad

Durante las lecciones de Estética y Filosofía, en el Istituto Universitario di Architettura di Venezia (1988), el profesor Massimo Cacciari nos invitaba a “hacer una visita inteligente” a Pompeya y Herculano (Nápoles), ciudades destruidas por la erupción del volcán Vesubio en el año 79. Cacciari nos indicaba cómo ambas ciudades en el siglo I a. C. eran importantes centros epicúreos (sobre todo alrededor de la Biblioteca de la Villa de los Papiros en Herculano, dirigida por Filodemo de Gadara, alumno de Zenón de Sidón). Las características de la filosofía de Epicuro se manifiestan en la ciudad y en muchos de los edificios, pensados como centros de cultura, bienestar y placer.

Epicuro fue un filósofo de la época helenística. Nació en la isla de Samos (Grecia), en el 342 a.C. Su madre Chestrata era adivina y su padre Neocles era maestro. Tras su expulsión de la isla, la familia se refugió en Colofón. A los 14 años se establece por tres años en Theos, donde aprendió filosofía de Nausifame, discípulo de Demócrito. A los 18 años viaja a Atenas para completar los dos años de servicio militar, necesarios para obtener la ciudadanía. Murió a la edad de 72 años en Atenas en el 270 a.C. Antes de morir, dedicó una afectuosa carta a sus amigos de Lampsaco (Grecia), en la que se refiere a la serenidad incluso en el dolor como acto de fidelidad a su filosofía.

En Atenas entró en contacto con las ideas de Jenocrates, sucesor de los pensamientos de Platón y Aristóteles. Allí Epicuro tenía un jardín separado de su casa, donde enseñaba a sus hermanos, a los ciudadanos, a los esclavos, mujeres, etc. Era una escuela democrática.

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Epicuro vivía una vida sencilla y no gozaba de buena salud. Su estado de ánimo era muy diferente a lo que comúnmente hoy se asocia con el término “epicúreo”. Epicuro no fue un buscador de placeres o un nihilista derrochador. Era todo el contrario. Según Friedrich Nietzsche: “un huerto, higos, quesos, junto a tres o cuatro buenos amigos, era la suntuosidad de Epicuro”.

De los numerosos escritos de Epicuro quedan pocos restos, tres cartas y varios fragmentos. La “Carta sobre la felicidad” destinada al discípulo Meneceo se conservó, gracias al historiador Diógenes Laercio, que la copió en su libro Vita de Epicuro. Según el biógrafo, la mejor cualidad de Epicuro fue la filantropía. Epicuro parte del individuo para tratar de mejorar las condiciones de toda la humanidad. La Carta sobre la felicidad, conocida también como “En torno a las cosas de la vida” (pe?? t?? ß??t????). Es un resumen de su filosofía.

La pregunta que se hace Epicuro es: ¿cono se puede alcanzar la felicidad? Para él, alcanzar la felicidad solo es posible si los hombres son capaces de liberarse de ciertos miedos: el “Miedo a los Dioses”, el “Miedo a la Muerte “y el “Miedo al Dolor”.

Para solucionar el problema de la infelicidad, Epicuro analiza la estructura de la naturaleza, retomando la física de Demócrito: a) No hay nada fuera de la Materia, b) La Materia está compuesta enteramente de infinitos átomos, c) El Alma también es Materia y está compuesta de átomos, d) Los átomos se mueven en el vacío siguiendo leyes puramente mecánicas, e) El vórtice infinito que mueve infinitos átomos da vida a infinitos mundos, f) Los dioses no intervienen en este movimiento de átomos.

Según Demócrito, el movimiento de los átomos es totalmente mecánico, por lo que todo sucede en maner necesaria. Según Epicuro, en este movimiento hay “elementos casuales” que hacen posible la libertad del hombre.

Dado que a los dioses no les interesa la vida humana, es posible que el hombre se libere del temor a los dioses. Como todo es materia, la muerte es una simple ausencia de sensación, lo que hace posible que el hombre sea libre del temor de la muerte. Queda el problema de cómo liberarse del dolor. Epicuro introduce el tema del placer, entramos al discurso ético de su filosofía. La felicidad consiste en el placer, el placer se convierte en el único criterio para determinar la distinción entre el bien y el mal. En ese sentido, la ética epicúrea se denomina hedonista. En sentido filosófico, el hedonismo considera que el único objetivo que deben perseguir los seres humanos durante su paso por la vida es la búsqueda del placer y el goce en todo sentido.

Para Epicuro existen dos tipos de placer: 1) El placer dinámico ligado a la satisfacción de una necesidad. En ese sentido es inestable, ligado a un momento, incapaz de producir felicidad constante. 2) El placer estable y duradero permite lograr: a) El estado de ataraxia (ausencia de perturbación del alma). b) El estado de “aponía” (del griego ?p???a, ausencia de dolor en el cuerpo). Según Epicuro, para lograr la ausencia de perturbación y dolor, es necesario eliminar las necesidades que causan dolor. Según el filósofo, existen tres formas de necesidades: 1) Necesidades naturales y necesarias (por ejemplo, el hambre). 2) Necesidades naturales e innecesarias (por ejemplo, el hambre que se convierte en deseo excesivo de comida). 3) Necesidades no naturales e innecesarias (por ejemplo, el deseo de comprar un bien superfluo).

Con esto vemos claramente que: las necesidades naturales y no necesarias y las necesidades no naturales y no necesarias solo pueden producir placer dinámico. Por lo tanto, es necesario liberarse de ellas y satisfacer solo las necesidades necesarias, esto según Epicuro, consiste en liberarnos del miedo al dolor y alcanzar la felicidad.

Para Epicuro, el miedo es una emoción primitiva, que puede convertirse en una sensación que involucra cuerpo y mente, anticipándose a cualquier otro pensamiento, con reacciones improvisas, ansiedad social y ataques de pánico.

Si Horacio proponía una “felicidad consciente” con un “carpe diem” (exhortación a aprovechar el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo), y Séneca instaba a no dejarse abrumar por los acontecimientos fuera de nuestro control. Unos siglos antes, Epicuro había fundado en Atenas una escuela filosófica cuyo objetivo era descubrir cómo abolir el miedo, asegurando la serenidad.

Para Epicuro, la filosofía es terapia, la felicidad es sencilla y se puede conocer a cualquier edad. Así empieza la “Carta a Meneceo”, nunca se es demasiado joven ni demasiado viejo para conocer la felicidad, a cualquier edad es importante cuidar el bienestar de nuestra alma…Sentirnos siempre jóvenes cuando somos mayores en virtud del recuerdo agradecido de la felicidad que tuvimos en el pasado, y prepararnos para no temer al futuro. Epicuro elabora una filosofía muy “práctica” a partir del materialismo y el hedonismo (solo las sensaciones corporales son reales). Debemos renunciar a los deseos vanos, la ansiedad se origina en la desproporción entre el deseo y la realidad, y en el falso condicionamiento que nos hace creer que necesitamos lo superfluo. El éxito, el lujo, el exceso de dinero quitan la tranquilidad y producen sufrimiento, el amor es también una pasión que perturba el equilibrio. Epicuro antepuso la amistad como valor supremo.

La filosofía epicúrea contrataba con la filosofía platónica y aristotélica. Todo gira en torno a una idea: no hay nada más allá de la realidad y del mundo sensible, negando en ese sentido el concepto de inmortalidad del alma.

La filosofía epicúrea se puede dividir en: 1) Filosofía canónica. Según Epicuro, la base del conocimiento es la sensación, que ocurre cuando las imágenes llegan a los sentidos, la experiencia es lo único en lo que confiar para obtener información del mundo exterior. 2) Física. Como vimos anteriormente, Epicuro creía que la realidad estaba formada por átomos y vacío. Y aunque influenciado por Demócrito, Epicuro introdujo el elemento de la casualidad en el movimiento de los átomos. En su carta a Heródoto teorizó que nada puede surgir de lo que no existe. 3) Filosofía ética. Epicuro sostuvo que la filosofía tenía como objetivo conducir a la felicidad a quienes estaban inmersos en ella, siempre y cuando estuviera fundada en la autonomía, la autarquía y la ataraxia, asociando los placeres con la calma y la paz, refiriéndose a ellos como fuente de felicidad.

El legado de Epicuro consta de más de 300 manuscritos. Diógenes Laercio lo describió como un escritor prolífico y conservó tres de sus cartas y las Kýriai dòxai (Máximas Capitales). Recordemos entre otras: 1) Carta a Heródoto (en la que habla de física y epistemología). 2) El escrito por Pythocles (centrado en la meteorología, cosmología y astronomía). 3) Carta a Meneceo (ética y teología). 4) Kyriai (doctrinas conocidas como los “Capitales Máximos”). Entre las principales obras del filósofo, además de las citadas, también se encuentran obras dedicadas a la naturaleza, la justicia, etc.

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