El texto bíblico narra las palabras de Jesús a Marcos y el énfasis en entregar todas sus pertenencias a los pobres en interés de conseguir tesoros en el cielo. Eso sí, de los cuatro exorcismos practicados, ninguno habla de silencios eternos, y menos en la jurisdicción de un país que, desde 2007-2015, colocó en la gerencia de la compañía constructora brasileña al dador de recursos entre la clase política. Del texto sagrado a la realidad de un terruño, colocado en el mismo trayecto del sol, es mucha la diferencia.
Llegaron los procesos y extrañas excusas que hicieron de una sentencia de soborno sin sobornados, materia prima para salvar honras, impugnadas por el ejército de ciudadanos bien informados, pero difícil de probar en la jurisdicción de juicio. No obstante, el testigo de excepción que en solitario recogía al aspirante sin posibilidades electorales, esperaba los gestos de solidaridad en circunstancias de favorabilidad porque aquellas contribuciones obedecían a los equilibrios de inversión en tiempos de campaña. Y vino el olvido, básicamente en momentos en que la ratificación de una decisión deja como única vía de sobrevivencia el grado de mayor jerarquía en el tren judicial. Allí, no existen garantías y reproduciendo la lógica de Pilato, exhiben sus manos bien lavadas.
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Lo que no parecen calcular los agraciados del poder es la naturaleza desenfrenada de un hombre frente al paredón procesal, con más de siete décadas de vida y deseoso de un paso atrás, disfrutando con sus nietos pero lanzado a los tiburones debido a la escasa integridad solidaria de falsos profetas de la ética.
Las delaciones parecen representar el suspiro fulminante de los que se sienten traicionados. Y así llegan los recordatorios y llamadas a los beneficiados del silencio de un Ángel, hoy estacionados en poltronas legislativas, rectorías de la tranquilidad ciudadana y receptores de porcentajes cuantiosos de dividendos consulares en la capital del hermano país.
Aquí las colindancias pueden allanar los caminos fertilizados a golpes de contribución financiera en tiempos en que el éxito no se percibía. Muévanse, hagan las diligencias de lugar porque los imponderables llegan en el momento en que se presume que todo está bajo control.
En definitiva, también un Ángel suelta los resortes del silencio y explota. Y si lo hace, el bombazo de aquella tarde pasándolo a buscar para presentarle a Marcos y garantizar cuotas de contribución pondría contra la pared los aires de simulación ética que, a golpes de inversión publicitaria, preservan en el silencio cómplice migajas del caso Odebrecht. ¡No abusen del silencio de un Ángel!