Debe mejorarse la condición social, económica y profesional de los maestros
2 de 3
El Informe del Banco Mundial del año 2011 sobre la pobreza causó muchos revuelos entre los sectores interesados en el progreso y desarrollo de los países latinoamericanos y del Caribe.
Ente otros asuntos, dicho edicto revela que nuestro país, al igual que otros del área, muestra muchas deficiencias en cuanto a traducir en logros escolares adecuados y en destrezas necesarias para el mercado laboral se trata.
También, en dicho informe se pone muy de manifiesto el hecho de que el Estado dominicano, al igual que otros de este lado del mundo, no dispone de recursos económicos suficientes para garantizarle a cada uno de sus habitantes su acceso a una educación de calidad como lo demandan los tiempos en que vivimos.
En efecto, la escolaridad promedio del común de los dominicanos es de un poco más de siete cursos de escuela primaria; alrededor de un 30% de la población dominicana adulta no sabe ni leer ni escribir; y, a pesar de los esfuerzos de los últimos años, todavía miles de los nacidos permanecen fuera de las aulas.
Apenas un 30 % de los niños y niñas que ingresan al primer curso de la escuela básica llega al octavo grado.
Aquí, los liceos secundarios y los institutos politécnicos son fenómenos típicamente urbanos. En la zona fronteriza los padres de familia han ido perdiendo la costumbre de enviar sus hijos a la escuela en edad temprana.
En el año 2011, la inversión en educación del Gobierno fue de alrededor del 7% del Presupuesto Nacional, mucho menos de lo especificado en la Ley General de Educación.
El gobernante de turno alegó que el Gobierno se vio obligado a reducir la inversión en el sector educativo y en el de salud por tener que financiar el sector eléctrico y aumentar las partidas presupuestarias dedicadas al pago de los intereses de la deuda externa.
¿Están nuestras instituciones de educación superior en capacidad plena de formar los profesionales, los científicos y los técnicos a modo de encarar con éxito los desafíos de la globalización? La respuesta es no.
¿Cómo mejorar la educación teniendo en cuenta la demanda de la población y la del pago a tiempo a los bancos y a las agencias internacionales de desarrollo?
Sabemos que para reformar nuestras escuelas, nuestras universidades y nuestros institutos politécnicos debemos de ampliar de manera significativa la actual cobertura y permanencia de la educación básica; también introducir transformaciones en el currículum de cada una de esas instancias para hacer posible una educación de mayor calidad, más pertinente y más adecuada a los requerimientos de un mundo globalizado y abierto a la competencia internacional.
Debemos mejorar significativamente la condición social, económica y profesional de los maestros; elevar sus niveles de competencia y eficiencia de educación de la cartera de Educación y de los técnicos que laboran en esa dependencia estatal; lograr una mayor participación de la comunidad en las actividades de los recintos escolares; y aumentar de manera significativa los recursos económicos que el Estado dominicano invierte en educación.
Desde finales del siglo 19, la República Dominicana ha venido haciendo esfuerzos para mejorar su sistema de instrucción pública: Reforma hostosiana (1883); Reforma de Pedro Henríquez Ureña (1931): Misión Chilena (1941); Reforma de Balaguer (1952); Agencia para el Desarrollo Internacional , Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo (1966); Plan Decenal de Educación (1993 –2003) y Plan Estratégico de Desarrollo de la Educación Dominicana en adelante.