A nadie en este país le sorprende la acción recurrente cada año de los políticos que viven cambiando de agrupación política a conveniencia de lo que van a recibir en la forma de posiciones, dinero, jerarquía social o mayor brillo mediático.
Y ahora tal costumbre no podía ser diferente con un PRD renovado y transformado en el PRM que se vende como algo novedoso en la política criolla con débiles intentos de mantenerse alejado de los dineros fáciles de las instituciones publicas tan anheladas por los ambiciosos e incorregibles políticos cuya meta es enriquecerse cuando logran un nombramiento de alto nivel gracias a sus cercanías con quien detenta el poder político.
Pero el transfuguismo actual presenta una variante en la que el cambio de color de partido es un riesgo quizá sin haber sido ponderado adecuadamente ya que existen muchos imponderables en el agitado curso de los negocios políticos que es una actividad criolla muy volátil que quizás a algunos la sal le costará mas que el chivo.
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Los tránsfugas en el país en los últimos 50 años han estado de moda y han sido muchos los partidos que han surgido de esas rabietas de políticos frustrados por haber estado cobijado bajo la sombra de políticos mas avezados en cuanto a estructurar una maquinaria que le permita llevar a cabo sus planes de llegar al poder configurando una estructura humana llena de toda la fauna política criolla con sus debilidades y escasas virtudes que asoman tan pronto cuando logran una posición destacada en los gobiernos del cual formarán parte para gobernar el país.
Ocurre que otros dirigentes políticos, por su habilidad e inteligencia, se comen el filete y desplazan a otros políticos que se mantienen medrando en torno a lo que se deriva de la política mostrando sus frustradas aspiraciones en las cuales no descartan el paso de los años.
Se mantienen sonando con eternas aspiraciones a unos cargos a los cuales nunca podrán llegar. Y medran en torno a la sombra de los líderes y nunca piensan en retirarse como se ve por la lista de los políticos, que ya ni siquiera entienden lo que leen, buscan mantener sus nombres en la palestra. De ahí que para los políticos extranjeros que nos visitan es una sorpresa ver a políticos dominicanos que eran aspirantes en la década del 70 del siglo pasado ahora en el siglo XXI persisten en sus aspiraciones cuando ya la edad está minando sus fuerzas y aspiraciones. Y con los achaques normales de la edad les impiden realizar la demandante tarea dedicarse a una actividad intensa de la política salvo casos excepcionales de seres que lo dieron todo por su patria.
Y esos hombres le dieron realce a la actividad política sacándola del estercolero de la corrupción que ha sido su sello distintivo de la actividad que con su mal nombre, manchado por la agonía de hacer dinero de una clase que todavía no ha sabido encajar en los paradigmas de una actividad honesta y dedicada para ayudar a sus semejantes. Y los políticos dominicanos tienen la valentía de ser eternos aspirantes a los cargos máximos del Estado a sabiendas que con sus frustradas aspiraciones alimentarán un ego marchito por los años.