Las entrevistas a candidatos a miembros del Tribunal Constitucional eran seguidas con sobrada atención, de manera inusitada, por sectores influyentes y personalidades importantes del país.
Lo demuestra la atención de distintos sectores y personalidades sobre la decisión final del Consejo de la Magistratura, ante el anuncio de los nuevos magistrados que ocuparán las vacantes dejadas, al término de sus mandatos por su presidente, el doctor Milton Ray Guevara y demás miembros sustituidos.
Estamos de acuerdo con los homenajes rendidos a esos jueces retirados al cumplir sus mandatos, pero parece como si fueran las únicas personas capaces e idóneas para esos puestos y no es así.
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Aquí está bueno de soportar que dos o tres bien vestidos señoritos, apoyados por dinero y directrices de los Estados Unidos, continúen como perdonavidas políticos ante la aceptación y el silencio de todos. Es absolutamente falso que por pertenecer a organizaciones tales como Participación Ciudadana, sus miembros sean impolutos ciudadanos libres de toda sospecha, colocados entre los dioses del Olimpo, y que su palabra sea ley. Nada más falso ni lejos de la verdad.
Son ciudadanos que se acogen al manto de pulcritud y seriedad que les cobija, lo cual no necesariamente los bautiza como capaces de juzgar a todos y todo, como Tribunal de Ultima Instancia.
Del mismo modo algunas personalidades y algunos personajillos, que buscan cámara y un espacio en la prensa, han alzado sus voces para manifestar sospechas sobre la actuación futura de algunos de los magistrados elegidos.
Pongo por caso el del propio Milton Ray, multiaplaudido al final de su mandato. Milton es un hombre del Banco Popular y de la Pontificia Universidad Madre y Maestra, dos importantes polos de poder y, sin embargo, sus actuaciones al frente del Tribunal Constitucional no son cuestionadas.
Justo Pedro Castellanos era miembro del Comité Central del Partido de la Liberación Dominicana cuando fue elegido juez del Tribunal Constitucional y nadie cuestiona sus votos y las posiciones sostenidas en los debates de esa instancia constitucional.
Se está golpeando de antemano y con aparente mala fe, es obvio que se intenta ablandar, condicionar el ánimo de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional con fines desconocidos pero inconfesables. Se nota la orquestación de la campaña cuando, como en el Bolero de Ravel, entran los instrumentos, uno tras otro, hasta que el conjunto armónico se completa. Hasta ahora solo he escuchado un magistrado, que forma parte del Tribunal, quien no tenía voz ni voto en la selección de los jueces que, temerariamente, se adelanta a emitir juicios basado en la fuerza de una pompa de jabón soplada por un niño, en cualquier tarde de verano.