La apertura antier en distintos escenarios del país de una singular comunicación directa de autoridades nacionales con el pueblo al que se deben se prestó para el doble protagonismo de un Gobierno decidido en exhibirse como hacedor de obras para ganar legitimación al tiempo de conceder tribunas a ciudadanos de a pie que con franqueza expusieron vehementes y diferentes demandas de ejecutorias públicas.
Entre formales y espontáneos, los encuentros, que deberían continuar con estricta puntualidad y previa convocatoria, serían oportunas ocasiones para que el poder diga sus verdades con los oídos abiertos a escuchar el sentir popular de primera mano y sin más intermediación que la de los moderadores.
Con su iniciativa de abordar temas comunitarios con cartas sobre la mesa, el oficialismo se acoge a su propio desafío de resolver incontables necesidades como ya se demostró en estas iniciales asambleas populares en las que se hicieron sentir habitantes de zonas preocupados por la inseguridad ciudadana, falta de agua potable, de escuelas, drenajes, pavimentación de calles, viviendas sociales, empleos y espacios culturales y deportivos…
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Para que la democracia funcione se requiere que los entes superiores del Estado desciendan de las alturas de sus despachos de toma de decisiones para escuchar in situ la exposición por los gobernados de los problemas sociales que más les agobian, para muchos de los cuales escucharon antes promesas de soluciones.