Manuel Arturo Peña Batlle fue doblemente trágico. Sufrió una conversión pero en vez de progresiva fue retrógrada. Su incorporación al régimen de Trujillo no fue obligada ni fingida, sino real, radical, “y por eso asumió la política antihaitiana del dictador y la volvió una esencia de su pensamiento”.
El historiador y profesor universitario Raymundo González, dedicado estudioso del debatido intelectual, hace las consideraciones agregando, además, la insólita propuesta que formuló de que cambiaran a los padres de la patria y su embestida contra Hostos.
“Peña Batlle estuvo al menos cinco años resistiendo al régimen (se inscribió en el Partido Dominicana en 1935). Pero también hay que decir que se descarriló muy temprano, contradiciendo todo lo que había escrito hasta entonces: no es solo la cuestión haitiana donde dio la pauta que todos siguieron y siguen hasta hoy quienes lo reclaman como su paladín, sino también el ataque a Hostos en 1950 y su propuesta de sustituir la triada de los padres de la patria por el dueto Duarte y Santana, del año 1952”, enfatiza González.
Señala que el cambio en sus concepciones puede advertirse ya en su libro Transformaciones del pensamiento político, de 1942. “Pero su última obra, inconclusa, Orígenes del Estado Haitiano, publicada con un estudio preliminar de Héctor Incháustegui en 1954, ratifica sus posiciones ¿obligadas? de 1941, lo mismo que su obra magna La isla de la Tortuga (1951) y la síntesis de su pensamiento sobre la formación nacional: El Tratado de Basilea y desnacionalización del Santo Domingo español, rabiosamente antiliberales y antihaitianas”.
Sin restar méritos a su “altísima” capacidad intelectual, Raymundo agrega que esta “se orientó en una dirección equivocada para quienes creemos en la democracia, la libertad y la humanidad”.
Se sintió atraído por analizar el personaje porque lo considera el principal pensador de tendencia conservadora en el siglo XX.
Trujillista genuino
Peña Batlle “claudicó, se puso al servicio de la tiranía y le dio sustento a través de un sólido pensamiento conservador que se multiplicó”.
Agrega que desde 1941 “fue el rector del pensamiento trujillista”.
Y Raymundo asegura que el propio Peña Batlle así “lo declaró y dijo que se dio cuenta de que la República Dominicana necesitaba una voluntad férrea como la que Trujillo representaba y que era la única forma de crear una revolución en el país, que no se iba a lograr con maestros de escuela, como pretendía Hostos”.
En el prólogo a la historia de Santo Domingo, de Américo Lugo, Peña Batlle repite esa consideración.
Reitera Raymundo que Peña Batlle no entró al régimen obligado. “Se fue acercando. Antes de 1941 hablaba a favor de Trujillo”.
“En ese esfuerzo de aportar razones para el dominio despótico, desnaturalizó el concepto de nación dominicana. Su concepto de nación es antidemocrático. Decía que teníamos que ser menos libres pero que ese era el precio de la paz, y vivir en una democracia “sui generis” que era la única posible porque teníamos un vecino que nos quería absorber y esto ya entronca con su antihaitianismo”.
Antihaitiano
Cuando acepta el cargo de diputado Peña Batlle pronuncia su famoso discurso “El sentido de una política” y Raymundo González apunta que el contenido “es una continuación de lo que habían estado desarrollando Fabio Amable Mota y el grupo que llamó “Nietzscheanos del trujillismo”, pero ahí Peña Batlle da un salto con su aporte propio, que es lo esencial, cuando presenta una contraposición metafísica entre lo haitiano y lo dominicano, y esa esencia, para él, es cultural”, manifiesta.
Se basó solo en lo cultural para rechazar a los haitianos quienes, a su juicio, “no eran una nación, sino un Estado”. Enfatiza que es cierto que se integra a la política antihaitiana del momento “pero aporta el fruto de sus convicciones personales”.
“Era antihaitiano, claro que sí”, declara enfático, “un antihaitiano cultural, no biológico, se refiere a la etnia, lo espiritual, el bagaje intelectual del pueblo haitiano”. En Haití, manifestaba, las relaciones familiares e interpersonales no han evolucionado, hay un estancamiento en lo atávico que él llama “el llamado de la selva”. Los haitianos, decía, “no se diferencian de los pueblos sin historia”. Los consideraba herederos de los bucaneros, gente que había rechazado las leyes y cuya única ley era la violencia, obedecían al “derecho del hacha” (usurpación, despojo, fuerza bruta, la conquista desarmada)”, explica Raymundo.
Ataques a Hostos
Aludiendo a Hostos, Peña Batlle aseveró que “que en su desobediencia a lo español “nos prefería haitianizados, prefería los caminos barbarizantes, primitivos y brutales de la jungla africana, a los católicos caminos que nos dejó abiertos España para llegar a la democracia de una sociedad bien evolucionada”. Y concluía: “La interpretación hostosiana de nuestro siglo XIX da todavía mucho margen a la digresión pero preferimos callar por respeto a la memoria del Maestro”.
Raymundo comenta que dos asuntos eran primordiales para Peña Batlle: el catolicismo y el hispanismo y fue consecuente con ambos. En defensa de Hostos expresa que contrario a lo que aquel dice, el educador fue quien abrió los caminos a una modernización de la cultura y el pensamiento dominicanos.
Finalmente se refiere a la proposición de Peña Batlle de que fueran Santana y Duarte los padres de la patria. “Propone que la otra figura con Duarte sea Santana como autor de la Anexión a España, una manera de defender la esencia cultural dominicana, que era la hispanidad”.
Sócrates Nolasco lo contradijo y publicó que los méritos de Santana culminaron en la batalla de las Carreras, dirigida por él. Llama Binomio adversativo al que propone Peña Batlle.
Raymundo acota: “Esta fue una idea de Peña Batlle para fortalecer el militarismo que era parte estructural del régimen trujillista, para darle mayor fuerza a un momento en que se iniciaban los ataques contra el régimen en ese plano” con las expediciones de 1947 y 1949.
“Es una idea descabellada, descarriada”, exclamó.
¿A qué se debió la depresión en que afirman se sumió en sus últimos días?, se le pregunta. “Esa es la segunda tragedia. Se ha escrito que a veces Trujillo levantaba el bastón” en gesto de agresión física y “parece que ese ademán existió. Se dice que Trujillo recibió rumores de que Peña Batlle era un probable sustituto suyo y a él esto le disgustaba sobremanera, estaba incómodo con él”. Añade: “Lo humilló delante de funcionarios y personalidades, le hizo un desplante a su canciller y a partir de ahí Peña Batlle se encerró en su casa deprimido, no salía de su biblioteca y escribió los Orígenes del Estado haitiano, obra que dejó inconclusa”.