La comunicación siempre ha sido y será un proceso transversal con alta y evidente incidencia en la calidad y sostenibilidad de los diferentes tipos de relaciones: humanas, sociales, laborales, comerciales, profesionales, de producción, etcétera.
La comunicación, tanto una actividad humana, social y comercial, tiene como propósitos fundamentales el intercambio de ideas, el compartir puntos de vista, la socialización de experiencias, la prevención de conflictos, informar y orientar de manera objetiva, generar determinadas acciones, así como facilitar el entendimiento y el diálogo sincero.
Lo bueno de la comunicación se pone de manifiesto cuando ésta facilita que los seres humanos vivan y se relacionen en condiciones óptimas.
En un sentido general, la comunicación es la acción consciente mediante la cual los seres humanos se relacionan entre sí, comparten prácticas y experiencias de vida, dialogan en un ambiente sano. Desde la mirada teórica, la comunicación es un proceso democrático, participativo y creíble, en el que se comparte, se participa, se dialoga, se escuchan y debaten ideas, opiniones y propuestas.
En pocas palabras, la comunicación es una actividad esencial para el buen desenvolvimiento del ser humano. Ningún proceso puede ser gestionado de manera eficiente al margen de la comunicación. Su objetivo más significativo es el de ayudar a que las personas vivan en un estado real de felicidad y armonía.
La esencia de la comunicación es facilitar que los grupos humanos adquieran las competencias para establecer y mantener relaciones sanas, sostenibles y armoniosas, mediante las cuales se puedan prevenir los factores que hacen posible el surgimiento de conflictos entre ellos. Se espera que la comunicación, más allá de su presencia en los entornos social, laboral, corporativo y comercial, sea un medio efectivo para asegurar la paz y la armonía entre los seres humanos y todo cuanto le rodea. La comunicación, sin importar su naturaleza, siempre debería estar al servicio de las buenas causas y acciones.
No es sano emplear el poder de la comunicación para crear y mostrar la falsa percepción de que los ciudadanos viven y disfrutan de un supuesto bienestar que solo existe en un progreso de burbujas. No es ético ni cristiano convertir los medios masivos de comunicación en cortinas de humo para evitar que las audiencias vean resultados procedentes de malas prácticas gerenciales de empresas.