Hay realidades que no se pueden manipular ni ocultar. Por ejemplo, la tasa de desempleo juvenil en el país, la que según datos procedentes de estudios realizados por instituciones nacionales y organismos internacionales, se sitúa en más de un 29.4 %, la más alta de América Latina y el Caribe. Podría decirse que el desempleo juvenil es una consecuencia derivada del modelo económico que impera en un determinado Estado.
Cuando el liderazgo político, empresarial, laboral, social y académico de un país se pone de acuerdo para definir e impulsar una visión de desarrollo sostenible, integral, inclusivo, creativo y acorde con los cambios, difícilmente falten empleos y oportunidades para todos los ciudadanos.
Crear las condiciones necesarias para generar empleos dignos y decentes, que satisfagan las necesidades básicas de la población joven, debería ser uno de los ejes estratégicos de las políticas que diseña e implementa el Estado. Además, mejorar el bienestar integral y sostenible de los jóvenes tiene que ser uno de los objetivos permanentes de la agenda de responsabilidad social del sector empresarial.
Los mecanismos para facilitar el bienestar de los jóvenes, se diseñan e implantan desde el contexto educativo. ¿Está el sistema educativo nacional , en sus diferentes dimensiones, contribuyendo a reducir el desempleo juvenil?
Una de las vías más segura para reducir el desempleo juvenil es creando un sistema educativo, cuyos métodos de enseñanza, sus contenidos curriculares, los recursos tecnológicos, su personal docente, etcétera, estén alineados a la visión de desarrollo definida.
El desempleo juvenil desaparecerá cuando los tres subsistemas que integran el sistema educativo nacional (educación formal, superior y formación técnico profesional) funcionen teniendo como punto de referencia la visión país.