CEO es una sigla procedente de la lengua inglesa. Su denominación puede variar según el país y la naturaleza de la empresa, la institución o la compañía.
Pese a ello, la esencia de su significado siempre se usa para identificar a aquel que es el máximo responsable de la administración y la gestión de una organización.
En síntesis, el CEO puede ser un presidente ejecutivo, un director gerente, un director general o un consejero delegado.
Desde la lógica formal, no se concibe que puedan existir organizaciones lideradas por CEO con evidentes trastornos obsesivos compulsivos.
Los ambientes laborales controlados por CEO obsesivos son rígidos, inflexibles, egocéntricos, extremadamente disciplinados, organizados y limpios.
Por la naturaleza misma del pensamiento de los CEO obsesivos, éstos solo se sienten confiados cuando logran tener el control absoluto de los procesos y del quehacer de sus colaboradores.
Los arranques emocionales de los CEO que padecen trastornos obsesivos compulsivos impactan negativamente el estado emocional y creativo de sus colaboradores.
El afán por controlar todo cuanto acontece y se mueve a su alrededor, así como su continua actitud de no confiar en nada ni en nadie, lo empujan a tomar decisiones desacertadas, con las que se ponen en riesgo los activos tangibles e intangibles de las organizaciones que ellos gestionan.
La obsesión por mantener el control absoluto de lo que se hace y se dice en sus entornos, convierte a los CEO en personas predecibles, infelices, desconfiados, irrespetuosa, tóxicos y sobretodo egocéntricos.
Sin dudas, el temperamento de los CEO obsesivos les ayuda a obtener y a exhibir logros más cuantitativos que cualitativos, aunque el precio por ellos sea privar a sus colaboradores de buena salud emocional.